Con la llegada de la Navidad el ambiente cotidiano cambia radicalmente: nos volvemos más amigables, nos volvemos más amables, nos unimos más: parece que nos humanizamos más...
Abrazos, buenos deseos, felicitaciones, esperanza, regalos, la cena, la fiesta... y de pronto... todo termina: regresamos del sueño decembrino a la realidad martirizante que nos vuelve a separar.
Y entonces, los sueños se esfuman y quedan olvidados en algún cajón junto con los abrazos, los buenos deseos, las felicitaciones, la esperanza, los regalos, la cena, la fiesta...
Todo fue una falacia sumamente efímera que se tradujo en el simple consumo y peor aún, en antifaces navideños que guardamos hasta el año entrante...
Las calles vuelven a obscurecerse. Las luces de amor y esperanza se apagan. Los regalos parecen esfumarse cuando estos carecen del aura mágica del buen deseo. Y las buenas intenciones van desapareciendo conforme pasan los meses. Hasta que llegamos otra vez a diciembre con las manos vacías, con la ansiedad en la garganta, y vuelven a aparecer las luces de esperanza y con ellas, el ciclo se repite... El mundo vive una crisis profunda de decepción y apatía.
Que sea éste, el año en que las promesas se cumplan.
Que sea éste, el año de las decisiones emprendedoras.
Que sea éste, el año en que nos llenemos esperanza.
Que sea éste, el año del amor, el año de la unidad.
Que sea éste, el año de las decisiones emprendedoras.
Que sea éste, el año en que nos llenemos esperanza.
Que sea éste, el año del amor, el año de la unidad.
Regalémonos un fin de año lleno de brío y tesón, para que nos vaya mucho mejor. No basta con tener fe en ser mejores el próximo año: hay que ser mejores desde hoy. Para que no se apague la luz de la esperanza en enero o febrero. Para que podamos ser un poco más felices que antes.
Para que nos llenemos de fraternidad... que es lo que necesitamos.
Muchos saludos a todos, y que alcancemos en conjunto el sueño de la paz y la armonía.