sábado, 6 de marzo de 2010

Las Tormentas


Cuentan que un día un campesino le pidió a Dios le permitiera mandar sobre la Naturaleza para que –según él – le rindieran mejor sus cosechas. ¡Y Dios se lo concedió!

Entonces cuando el campesino quería lluvia ligera, así sucedía; cuando pedía sol, éste brillaba en su esplendor; si necesitaba más agua, llovía más regularmente; etc.

Pero cuando llegó el tiempo de la cosecha, su sorpresa y estupor fueron grandes porque resultó un total fracaso. Desconcertado y medio molesto le preguntó a Dios por qué salió así la cosa, si él había puesto los climas que creyó convenientes.

Pero Dios le contestó –“Tú pediste lo que quisiste, más no lo que de verdad convenía. Nunca pediste tormentas, y éstas son muy necesarias para limpiar la siembra, ahuyentar aves y animales que la consuman, y purificarla de plagas que la destruyan ...”-

Así nos pasa: queremos que nuestra vida sea puro amor y dulzura, nada de problemas.

El optimista no es aquel que no ve las dificultades, sino aquel que no se asusta ante ellas, no se echa para atrás. Por eso podemos afirmar que las dificultades son ventajas, las dificultades maduran a las personas, las hacen crecer.

Por eso hace falta una verdadera tormenta en la vida de una persona, para hacerla comprender cuánto se ha preocupado por tonterías por chubascos pasajeros.

LO IMPORTANTE NO ES HUIR DE LAS TORMENTAS SINO TENER FE Y CONFIANZA EN QUE PRONTO PASARÁN Y NOS DEJARÁN ALGO BUENO EN NUESTRAS VIDAS.

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viernes, 5 de marzo de 2010

Celular, divino tesoro


Patricia Nigro, Docente de la Facultad de Comunicación, Universidad Austral, invita a pensar sobre el uso y el abuso del celular en la sociedad actual.



El “celular” (llamado así en Hispanoamérica y en Estados Unidos) o el “móvil” (como dicen los españoles o los ingleses) se ha vuelto parte inseparable de nuestra anatomía. ¿Cómo se vivía antes de que estos aparatitos aparecieran en nuestras vidas? Probablemente, más tranquilos, con menos interrupciones, menos estrés y, también, con la lucha que significaba hablar por un teléfono público.

Hoy en día es imposible conseguir un teléfono celular, a los que el especialista Roberto Igarza llama “la cuarta pantalla”, que sólo funcione como teléfono. Los vendedores mirarán con enorme sorpresa al cliente que les pidiera un teléfono que fuera sólo eso: un teléfono. Que no fuera radio, mp3, despertador, reloj, cronómetro, cámara de fotos, de video, que no sirva para navegar por Internet ni que permita usar el correo electrónico o mandar mensajes de texto.

¿Cuánto tiempo se tarda en conseguir un teléfono, cuyo timbre de llamada (perdón, debo decir ringtone para estar al día) sea sólo un “ring” como cualquier teléfono sonaba antes? Y no la inverosímil lista de canciones, chistes, ruidos, bromas, con que, en trenes y colectivos, nos despiertan de nuestras meditaciones las llamadas de los prójimos. En un texto reciente, Néstor García Canclini recuerda el “Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj” de Cortázar y señala unas comparaciones asombrosas. El reloj a cuerda (objeto prácticamente desaparecido) necesitaba que se le “diera cuerda” todos los días para que funcionara. Es necesario recargar fielmente la batería del celular porque de lo contrario cesará su labor comunicativa. Al reloj de cuerda se lo llevaba siempre en la muñeca (“me olvidé el reloj” podría ser hoy el equivalente de “me olvidé el celular”, catástrofe que significa que muchas personas regresen a sus casas a buscarlo).

Un colega me hacía notar que los chicos no llevan el celular en carteritas sujetas a sus cinturones, sino en sus mochilas o colgados del cuello o, simplemente, en el bolsillo. Con el reloj uno siempre tenía miedo a perderlo, a que se lo robaran, a que se rompiera, con el celular pasa lo mismo.

“Devuélvame, por favor, el chip”, le dijo una chica al ladrón que le tocó ese día. Y éste, con gentileza delictiva, se lo devolvió y se llevó sólo el aparato. Usar un celular rosa al estilo de las Barbies o de primera marca no es lo mismo que usar uno cualquiera; lo mismo pasa con los relojes. Un reloj de primera línea es un objeto suntuoso, uno comprado en la estación de trenes nos rebaja casi a la calidad de semihumanos.

Cuando se usaban los relojes pulsera, uno se fijaba siempre si estaba bien sincronizado. Ahora, la desesperación es atender rápido una llamada o contestar el último e intrascendente mensaje de texto. Tampoco hay que olvidar a aquellos que atienden el celular en el cine o en misa o a las mujeres que no lo encontramos en el fondo de nuestras carteras y que, cuando lo alcanzamos, ya ha dejado de sonar.

“Es como tener un chip en la cabeza, tus viejos siempre te encuentran”, decía un adolescente que empezaba a comprender que, como dice Cortázar, cuando te regalan un reloj para tu cumpleaños (o, en este caso, un celular), en realidad, es a tu persona a la que regalan para el cumpleaños del celular.

En una reciente publicidad televisiva, un niño juega con un ser vivo, un hamster regalado por sus padres. Habla a través de él como si fuera un teléfono. ¿Qué es mejor para un niño: una mascota o un teléfono? ¿Por qué los padres se lo compran, cuando aún no entró en la adolescencia y no sale solo? Y, además, esos mismos padres pagan la cuenta. ¿Con quién debe comunicarse con tanta urgencia una criatura?

“Todas mis amigas tienen uno”, decía una niña a su madre tratando de convencerla con la falacia de la generalización. Si todas lo tienen y yo no, soy menos que el resto. La madre no se dejó convencer. Cuando tengas llave de casa, salgas sola o con tus amigas, te voy a comprar uno por seguridad (que es la razón, por la cual los padres compramos celulares a nuestros adolescentes, pero no es la misma por la que ellos lo usan).

Celular, divino tesoro, diría el gran nicaragüense. Muchas cosas buenas nos das pero dejame que te use cuando te necesite, y que mi tiempo valga lo que vale y lo único que tengo: mi tiempo de vida.

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jueves, 4 de marzo de 2010

"Si se puede" (a un amigo)


"No basta saber, se debe también aplicar.
No es suficiente querer, se debe también hacer".

Johann Wolfgang von Goethe.


Si se puede... cuando estas decidido, cuando comprometes tu voluntad para lograr lo que deseas alcanzar dentro de tu vida.

Si se puede... cuando ante cada obstáculo mostrás temple y con mayor decisión los empezas a enfrentar con valentía.

Si se puede... si ante cada fracaso buscás reconocer tus propios errores, lo que te permitirá acumular sabiduría, para resolver de forma eficaz los problemas en tu vida.

Si se puede... si ante los conflictos mantenes una actitud positiva en todo momento, y a pesar de las adversidades, tu ánimo no comienza a menguar, así no habrá cima que puedas alcanzar para lograr el éxito.

Si se puede... cuando ante los negativos y escépticos mantenes en todo momento una sonrisa de satisfacción por el logro obtenido, y la alegría se convierte en tu fiel compañera...Siempre tendrás amigos por cultivar.

Si se puede... cuando ante la duda y la incertidumbre, tu fe te mantiene firme.

Si se puede... si tenes el coraje de vivir intensamente, y hacer de cada día una fascinante aventura leonística...La muerte, entonces será una angustia que nunca llegará a tu lado.

Si se puede... cuando aprendes a confiar en Dios, dejándole a Él los imposibles, dejando que Él se preocupe de como hacer su trabajo, y entregas tu vida entera a las estrellas del universo, por las que queres luchar todos los días...Podrás, entonces alcanzar el camino a una plenitud total en el futuro.



"El cobarde sólo amenaza cuando está a salvo"
Johann Wolfgang von Goethe.

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miércoles, 3 de marzo de 2010

4 preguntas anti-estrés


Quizás pensás que tenes un “problema real” que te estresa, preocupa o molesta y que para poder sentirte feliz esta situación tiene que cambiar. ¿Pero que pensarías si te dijera que no existen problemas “reales” y que el único problema con el que tenes que lidiar son tus pensamientos acerca de lo que estás viviendo?

Veamos esta situación. Alguien pierde su trabajo y piensa que es un grave problema, sufre por ello y se imagina los peores escenarios. Otra persona pierde su trabajo y piensa que es una buena oportunidad para hacer lo que en realidad le gusta, para descansar e incluso para cambiar de rumbo. Las dos personas están viviendo exactamente la misma situación, han perdido el trabajo, una la ve como un problema, la otra como una oportunidad…

¿Entonces cómo puede ser que perder el trabajo sea el “problema real”? Si lo fuera, todas las personas que pierden el trabajo deberían de sentirse igual de estresadas y no es así. En realidad el único problema está en tu mente, en todas esas historias de horror que te contas, de lo que perder el trabajo significa. Estas historias no son reales y te impiden pensar claramente y ver las posibilidades que se presentan delante de vos.

Es una muy buena noticia saber (o por lo menos abrirte a la posibilidad) de que nada externo tiene la capacidad real de afectarte, ya que como habrás podido comprobar no está en tus manos cambiar el mundo exterior. Recién cuando descubrís que la causa real de tu sufrimiento son tus pensamientos podes poner tu energía en la dirección correcta y trabajar en lo único que podes controlar, tu mundo interior.
Cuestiona tus pensamientos, y liberate del estrés.

Y ahora que ya sabés que la fuente de tus problemas son tus pensamientos, te preguntarás ¿cómo puedo hacer para lidiar con ellos?.
Byron Katie, autora del best seller “Amar lo Que Es” nos dice que cuando creemos nuestros pensamientos sufrimos y cuando los cuestionamos dejamos de sufrir. Y nos presenta 4 preguntas que podes empezar a utilizar de manera inmediata para cuestionar cualquier concepto estresante en tu vida. Un proceso muy simple que ha ayudado ya a miles de personas.
Hacete las siguientes preguntas

Ubica el pensamiento que más te está estresando en estos momentos y responde a estas preguntas como si de una meditación se tratara, tomate tu tiempo, deja que las respuestas surjan del corazón.
A modo de ejemplo utilizaremos el pensamiento “Él no me presta atención”.

1. ¿Es eso verdad?
¿Es verdad que “él no te presta atención”? La respuesta ha de ser un simple si o no. Si la respuesta es no, pasá a la pregunta 3 directamente.

2. ¿Podes saber que es verdad con absoluta certeza?
¿Podes saber que es verdad con absoluta certeza que el no te presta atención? ¿Que aunque no te mire no te está escuchando? ¿Que no te presta atención porque no lo demuestra?. Otra vez la respuesta, a de ser simplemente si o no.

3. ¿Cómo reaccionas, qué sucede, cuando crees ese pensamiento?
¿Cómo te hace sentir pensar que él no te presta atención? ¿Cómo lo tratas a él cuando pensas que no te presta atención? ¿Cómo te hace sentir este pensamiento tanto física como emocionalmente?

4. ¿Quién serías sin el pensamiento?
No tenes que luchar con el pensamiento, simplemente percibe como vivirías tu vida si no creyeras ese pensamiento. Cómo lo tratarías a él si no tuvieras este pensamiento.

La siguiente parte del proceso es invertir los pensamientos de la siguiente manera:
Invertilo a lo opuesto (inversión de 180°): “Él sí me presta atención”. Quedate quieta y notá todos los sentimientos que aparecen al respecto. La sola idea de confrontar esto y mirarlo directamente muchas veces requiere de valor, pero los resultados valen la pena. Cuando la mente se abre, empezas a encontrar ejemplos donde el sí te presta atención, te permite ver a los demás con otros ojos, a reconocer cosas que a veces no vemos. Es abrirnos a la posibilidad de que las cosas no son como las veníamos pensando.

J Invertilo hacia el otro: “Yo no le presto atención a él”. Encontra ejemplos donde vos no le prestas atención a él. Fíjate cómo a veces eso que queremos que los demás hagan, no nos es fácil hacer a nosotros.

J Invertilo hacia vos misma: “Yo no me presto atención”. Y esta es quizás la inversión más profunda de todas, la que te ayudará a ver cómo no te has estado prestando atención a vos misma en muchos aspectos de tu vida. Y cuando ves esto, podrás ver ¿cómo esperar que él te preste atención, si vos misma no lo haces? Y gracias a esto podrás empezar a hacer las enmiendas necesarias con vos.
Finalmente aquello que te molestaba en la otra persona te lleva a descubrir cosas sobre vos que de otra manera no hubieras visto. La otra persona se convierte en tu espejo y en un gran regalo.

Por Sandra Iozzelli

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martes, 2 de marzo de 2010

Tus pensamientos


Tus pensamientos son las causas primarias de las condiciones de tu vida.
Todo lo que forma parte de tu experiencia ha comenzado con alguna forma de
pensamiento, ya sea tuyo o de alguien más.

Todo lo que sos o llegues a ser, será el resultado de tu modo de pensar.
Si cambias la calidad de tu pensamiento, cambiarás la calidad de tu vida.
El cambio de tu experiencia exterior traerá consigo el cambio de tu
experiencia interior. Recogerás lo que has sembrado. Ahora mismo lo estás
haciendo.

Lo hermoso de esta ley inmutable es que incorporándola a tus esquemas
mentales podrás tener un control completo de tu pensamiento, de tus
sentimientos y de tus resultados. Mediante la aplicación de la ley de causa
y efecto, te pondrás vos mismo en armonía con la ley de control.
Inmediatamente te sentirás mejor y más satisfecho con vos mismo.

Cualquier aspecto relativo al éxito o fracaso en tu vida puede ser
interpretado con arreglo a esta ley básica. Si sembras las causas
adecuadas, cosecharás los efectos deseados. Si tratás bien a los demás,
ellos te tratarán bien a vos. Siempre sacarás de la vida lo que inviertas en
ella y, da la casualidad, que sos precisamente vos quien lleva el control de
la inversion.

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lunes, 1 de marzo de 2010

Soledad, divino tesoro...


La soledad no es únicamente una situación donde sentirse ajeno a uno mismo, es la única situación donde sentirse único.
La soledad daña y repara, a la vez y por etapas, procura la necesidad de evitarla y la urgencia de disfrutarla.
La soledad habita en nosotros como parte de nuestra propia condición, pero no vive su esencia hasta que se disfruta o padece.
La soledad se añora cuando falta con quién acompañarla, haciéndose insoportable cuanto más cerca logras estar de los que la disfrutan.
La soledad sólo se puede encontrar buscándola a solas, entonces sientes que lo haces en la mejor compañía.
La soledad no sólo cubre los pensamientos con un alo de tristeza y sume en la apatía, sino que ayuda a pensar cómo y por qué no necesitas a nadie. Basta con sentir que no se te necesita para que dejes de necesitar que nadie te diga lo mucho que puede llegar a necesitarte.

La soledad no es un manjar que pueda ser degustado en una primera instancia, necesita de su conocimiento profundo para que las visitas sólo sean lo que son y no una necesidad de intercambio. Hay que haber tocado fondo bajo su influencia para poder disfrutarla en su presencia.
Estar solo no es carecer de compañía, es saber que a los demás no les importe si la tienes.
La soledad no es sentir que aquello que te falta tarda en llegar, es saber de ti mismo estando a solas contigo.
La soledad no sólo es sufrir el peor tormento que pueda conocer tu espíritu, es el detonante necesario para conseguir estar por fin solo y dejar de sentirte sin nadie.
La soledad se vive, no se siente. Pero si más que vivirla mueres teniéndola, no es soledad, es no tener a nadie que te comprenda.
No nos sentimos solos porque nadie nos acompañe, nos sentimos solos cuando la mente se sale de nuestros márgenes y no encontramos a nadie que nos la remita de nuevo.
La soledad es temor a perderla cuando más acompañados estamos, pues es estando solo cuando más solo necesitas estar.
La soledad se odia cuando la ausencia de alguien te pide estar solo, y se ama cuando más acompañado te sientes por quien sufre el que puedas llegar estarlo.
La soledad no sólo es cuna de preguntas sin respuesta, es el bastión donde las dudas se convierten en certezas.
La soledad no sólo es querer tocar el cielo con la yema de los dedos cuando los pies se aferran al suelo, es rozar el suelo y sentir que el cielo se deja pisar.
La soledad no sólo es un estanque de aguas turbias donde todo se adormece, es el lago de agua de lluvia que te invita a sumergir el pensamiento mientras nadas dos metros bajo su superficie.
La soledad acapara el pensamiento y lo hace esclavo de uno mismo, por eso me gusta estar solo, pues sólo si aquel me da todo su tiempo, se adueña de cómo pienso.
La soledad es un tesoro que hace avaro al que lo tiene y miserable a quien lo padece, da vida donde sólo hay silencio y muerte cuando no se escucha a nadie.
Soledad es decir lo que piensas y pensar lo que no dices, callando cuando más necesitas escuchar tu pensamiento y hablando con tu conciencia cuando más precisas no pensar.

Hablaríamos de soledad hasta que te sintieras más solo que la una o tan acompañado como yo con la mía, pero sería a costa de abrir demasiado las compuertas de este viejo embalse de ideas que amenaza rebosar con tan sólo una gota de las tuyas.
La soledad es abierta y no tiene fronteras ni cinchas que la limiten, tiene márgenes de colores que ordenan las sensaciones que siempre se mezclan.
La soledad es lineal en un espacio circular, donde el bamboleo de los sentidos se orienta caprichoso en pos de planos inimaginables y distintos.
La soledad que añoramos eres tú sabiéndote conmigo y sin mí, y soy yo contigo y sin ti; por mi la pierdes y sin ti la quiero, juntos conseguimos no tenerla y damos vida a esa triste utopía de no querer separarnos. Soledad en compañía o soledad a solas… soledad que se padece o compañía a solas.

La soledad es una palabra que sólo en plural se hace inaceptable.
La soledad contiene 7 letras que juntas hacen de ti el ser que no las necesita para saberla completa.

Fuente: Compartiendosilencios