El llamado "Boudougate" ha deparado ya demasiadas
sospechas sobre la posibilidad de que, desde el poder político, se haya
favorecido a un grupo allegado al vicepresidente Amado Boudou y encabezado por
el monotributista Alejandro Vandenbroele para quedarse con la legendaria
imprenta Ciccone, primero, y para asegurarse suculentos negocios con el Estado,
después.
Uno de los interrogantes que podría responder el titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, es
por qué desde el órgano recaudador se pidió la quiebra de Ciccone Calcográfica
por una deuda multimillonaria y, posteriormente, una vez que esta empresa pasó
a manos del grupo liderado por Vandenbroele, la propia AFIP la benefició con un
plan de pagos excepcional, a una tasa de interés anual inferior incluso a la
inflación medida por el INDEC y tres o cuatro veces menor a la inflación de las
consultoras privadas.
Otra gran pregunta pasa por el negocio que, sin que mediara
licitación, la Casa
de Moneda le aseguró a la nueva imprenta Ciccone, rebautizada como Compañía de
Valores Sudamericana S.A., consistente en su contratación para la impresión de
unos 500 millones de billetes, el 38,5 por ciento del total de los 1300
millones de billetes que la Casa
de Moneda se comprometió a proveer al Banco Central (BCRA).
En una misiva dirigida el 26 de enero último por el gerente general de la Casa de Moneda, Mario Enrici,
a su por entonces par en el BCRA, Benigno Vélez, se señala que aquélla se
proponía "alquilar la capacidad productiva" de la ex Ciccone para
satisfacer la producción de recursos monetarios. Cabe recordar que hacia fines
de 2010, la Casa
de Moneda, como consecuencia de su antigua estructura productiva, no pudo
imprimir los billetes que se requerían, por lo que se debió importar dos series
de billetes de cien pesos de Brasil.
Tanto la presidenta de la Casa
de Moneda, Katya Daura, como Vélez -presentó su renuncia al BCRA días atrás-
son personas de íntima confianza de Boudou, lo cual alimentó todavía más las
sospechas de un hecho de corrupción que podría involucrar a funcionarios y
amigos del ex ministro de Economía y actual vicepresidente de la República.
Pero hay otra pregunta que añade más dudas. ¿Por qué se
insiste en imprimir billetes de cien pesos en lugar de crear otros de mayor
denominación, acordes a la realidad de los precios de la economía argentina, a
un costo muchísimo menor?
Es evidente que los billetes de cien pesos resultan desde hace mucho tiempo
exiguos como valor de máxima denominación para nuestra moneda. En tal sentido,
basta con recordar que tanto el dólar como nuestra inflación han crecido de uno
a más de cuatro desde la crisis de 2001.
La Casa de
Moneda dispuso que Compañía de Valores Sudamericana se haga cargo de la
impresión de 500 millones de billetes, supuestamente porque aquélla carecería
de la estructura propia para producir la cantidad de papel moneda necesaria.
Pero lo cierto es que si en lugar de imprimir tantos billetes de cien pesos, se
crearan los de 500 pesos, la cantidad de billetes que habría que fabricar se
reduciría notablemente y, probablemente, no sería necesario tercerizar la
impresión de papel moneda.
Lo ha dicho con claridad un ex jefe de Auditoría y Control de la Casa de Moneda, Roberto
Alfredo Taccari: "En 2012, el Banco Central considera que debe imprimir
600 millones de billetes de 100 pesos. Y de acuerdo con las noticias que se
conocieron, la Casa
de Moneda tiene capacidad para imprimir 300 millones y los otros 300 millones
serían contratados con la empresa Ciccone. Si se imprimieran billetes de 500
pesos, con 75 millones de billetes de 500, más 225 millones de 100, se
imprimiría el mismo monto de circulante, pero sólo con 300 millones de
billetes, esto es, la mitad".
Según el especialista consultado, se ahorrarían varias decenas de millones
de dólares como costo de impresión y se podrían fabricar todos los billetes en
su ámbito natural, la Casa
de Moneda.
La desvalorización de nuestro billete de mayor denominación es elocuente si
se compara a nuestro peso con otras monedas. Mientras que once años atrás
nuestro billete de 100 pesos equivalía a 100 dólares estadounidenses, hoy
apenas representa 22,8 dólares.
En Brasil, el billete más alto, de 100 reales, equivale a
255 pesos argentinos. En Uruguay, el papel de mayor denominación, el de 1000
pesos uruguayos, equivale a unos 250 pesos argentinos, en tanto que en Chile,
el billete más grande, que es el de 20.000 pesos chilenos, es equivalente a 182
pesos.
El rechazo del gobierno nacional a crear billetes mayores a los cada vez más
exiguos 100 pesos puede explicarse por su pretensión de disimular la
inocultable inflación. Desde que tomó estado público el "Boudougate",
también podría conjeturarse que la resistencia oficial a tomar esa medida
tendría vinculación con otros negocios no precisamente transparentes