viernes, 28 de mayo de 2010

LOS VALORES QUE NOS HACEN PERDER – SER RECEPTIVO


Se tiende a creer en la casualidad, en la suerte o en la desgracia pero la realidad es que nuestros valores moldean nuestra vida participando activamente en la creación de nuestro destino.

La vida es una sucesión de pequeñas y grandes decisiones. Decisiones meditadas o instintivas que tomamos a lo largo del día y que afectan a la totalidad de nuestra existencia. Cruzar un semáforo distraídamente, caminar por una calle distinta de la habitual o ir a ver determinada película puede promover un cambio radical en nuestra vida. Tendemos a pensar que sólo podemos cambiar después de un largo proceso de tiempo, sin darnos cuenta de que los cambios importantes suceden en unos breves instantes. En un momento llega el accidente que cambiará irremisiblemente el curso de los acontecimientos o en otro instante conocemos a la persona que nos permitirá experimentar el amor o el sufrimiento. Todo sucede en un segundo, un instante determinante que afectará el curso de los acontecimientos y cambiará para siempre nuestra vida.

Nuestra existencia está basada conciente o inconscientemente en valores personales. Los valores son las reglas por las cuales nos regimos abarcando una amplia gama de situaciones, desde preferencias puramente arbitrarias como añadir el aceite antes que la sal en una ensalada, hasta principios éticos del estilo no robarás. Nuestros valores personales tienen más influencia sobre nosotros que la mayoría de las consecuencias reales o imaginadas de las acciones. Tendemos a hacer lo que se piensa que se debería o tendría que hacer, pretendiendo tener razón y obtener una imagen positiva de sí mismo.

Hay cientos, quizás miles de sentencias que gobiernan nuestra vida. Son las fuerzas silenciosas que operan detrás de muchas de nuestras decisiones. Son los poderes del inconsciente que nos impulsan al éxito o al fracaso más estrepitoso. El deseo de estar a la moda opera silenciosamente detrás de muchas compras, o permanecer indiferente para así ser uno más dentro del círculo de amigos, adaptándonos a todo, suele ser otro de los más corrientes. Pero existen muchísimos más, como aquel que nos impulsa a actuar siempre de acuerdo a las necesidades de los demás, o ese otro que nos hace ser independiente, o el de ganar dinero para obtener seguridad o quizás aquel otro que reza que es mejor estar sólo que mal acompañado. Generalizaciones del estilo de no puedo más o nadie me ama son pensamientos polarizados, distorsiones extremistas que nos envían al fracaso más inmediato.

Aprendemos nuestros valores a lo largo de nuestra vida y muy especialmente de nuestro primer entorno, otros niños, profesores, nuestros padres y demás familia. Algunos adultos practican una política de permisividad, sin decir nada en absoluto a los niños de lo que debe hacerse en materia de conducta sexual, agresión, modales, religión, etc. Este método suele crear más problemas de los que soluciona porque crea una gran desorientación en los jóvenes por falta de información. Otros adultos en cambio son moralistas, intentan salvar a los niños diciéndoles simplemente lo que deben hacer, pensar y sentir. Este método solía dar resultados en generaciones pasadas, pero el mundo es ahora cambiante y complejo. Los cambios se suceden con rapidez y lo que aprendimos ayer, probablemente no será adecuado mañana, por lo que este tipo de enseñanza no constituye una garantía de eficacia.

El éxito profesional, la prosperidad, el amor, tener relaciones sanas con los demás depende enormemente de nuestros valores, es por ello que deben ser filtrados. Cada uno de nosotros posee su propio ángulo de visión con el cual observa el mundo. Algunos son hipersensibles a todo aquello que sugiere pérdida y se ciegan ante cualquier indicación de beneficio. Para otros la más leve indicación de peligro sobresale y les ciega de una escena en conjunto agradable. La gente deprimida selecciona elementos que sugieren pérdidas, los ansiosos seleccionan peligros, y los que tienden a la cólera buscan evidencias de injusticia. Lo que vemos se puede magnificar o tremendizar. Pero ¿es real lo que vemos? O como decía Platón sólo son sombras de una realidad que no vemos. Dicho de otro modo: una interpretación de nuestra mente.

Necesitamos una clarificación de nuestros valores. Damos muchas cosas por supuesto y tendemos a creer que nuestra vida va por oleadas de buena suerte o mala racha, pero nada de esto es absolutamente cierto. Creo que es importante mirarnos a nosotros mismos y retomar el poder de nuestra vida. Todo cuanto sucede en nuestra vida es importante porque nos dice mucho de nosotros mismos y tenemos que aprender de ello. Pero es muy difícil enseñar a alguien que no quiere aprender. Puede estar sentado contigo y puede asentir con la cabeza, pero su mente puede estar pensando en el fútbol. El conocimiento de uno mismo puede ganarse, pero no puede darse. Hay que ser receptivo al conocimiento; sólo alguien que es receptivo, sólo un buen estudiante puede tener un buen maestro. Si alguien no está listo para estudiar, entonces el maestro no le es útil aunque ambos estén allí. Tantas cosas podemos encontrar en nuestro camino de vida, pero podemos no observarlas. Podemos pensar que todo es cuestión de suerte o desgracia. Es muy importante ser receptivo, y sólo entonces podemos ganar el juego de la vida. Nadie puede dar nada a nadie; no puedes dar unos euros a alguien que no está preparado para recibirlos. Debes estar preparado para tomar; entonces puedes recibir. No es el dar lo que es importante en la vida, sino el dar y el deseo de recibir. Si estamos dispuestos a recibir toda la información se nos muestra. Entonces podemos vivir la vida como lo que es.

Clarificar nuestros valores, vivir la vida con una actitud de aprendizaje, disfrutando de lo que obtenemos a cada momento nos será de utilidad para combatir la apatía y la baja autoestima, para reducir las actitudes hostiles, el excesivo conformismo y mejorar nuestro rendimiento personal y profesional al vivir cada instante como único e irrepetible.

Frederic Solergibert

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