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martes, 9 de noviembre de 2010
Un “segundo cerebro” funciona en la panza y dicen que regula emociones
Su red neuronal no elabora pensamientos, pero influye en el estado de ánimo y hasta en el sueño.
Que se use la palabra “entripado” para referirse a un enojo podría no ser del todo metafórico. Y que el estómago “se cierre” en una situación estresante o que parezca poblado de mariposas ante el amor también tendría una explicación científica. El aparato digestivo está tapizado por una red de neuronas (celulas nerviosas) de tan amplio alcance que algunos científicos la han denominado “segundo cerebro”. Y ese cerebro, según estudios científicos recientes, influye en nuestro estado de ánimo, carácter y hasta en el ritmo de sueño.
Michael Gershon, investigador de la Universidad de Columbia, en los Estados Unidos, y autor de El segundo cerebro ( The Second Brain ), un libro de referencia en las investigaciones sobre el tema, explica que, conocido técnicamente como sistema nervioso entérico, el segundo cerebro está compuesto por capas de neuronas ubicadas en las paredes del tubo intestinal, y que contiene unos 100 millones de neuronas.
El pequeño cerebro que tenemos en las entrañas funciona en conexión con el grande, el del cráneo, y en parte determina nuestro estado mental y tiene un papel clave en determinadas enfermedades que afectan otras partes del organismo. Además de neuronas, en el aparato digestivo están presentes todos los tipos de neurotransmisores que existen en el cerebro. De hecho, el 95 por ciento de la serotonina, unos de los neurotransmisores más importantes del cuerpo, se encuentra en el intestino.
Sin embargo, aunque su influencia es amplia, se deben evitar confusiones: el segundo cerebro no es sede de pensamientos conscientes ni de toma de decisiones . Como puede leerse en una nota publicada por la revista de divulgación científica Scientific American , gran parte de la potencia neurológica del segundo cerebro se concentra en la ardua tarea diaria de la digestión.
Emeran Mayer, profesor de Fisiología, Psiquiatría y Ciencias del Biocomportamiento de la Universidad de California, le dijo a esa publicación que una gran parte de nuestras emociones probablemente se vea influida por los “nervios de los intestinos”. En el mismo sentido, Gershon afirma que el bienestar emocional cotidiano quizá también dependa de mensajes que el cerebro intestinal envía al craneano.
Guido Iantorno, jefe de la Unidad de Motilidad Digestiva del Hospital Bonorino Udaondo, le explicó a Clarín que, aunque de modo indirecto, a través del eje cerebrointestinal, el sistema nervioso entérico puede influir en situaciones emocionales y en otros síntomas como la hipersensibilidad al dolor.
Cuenta Iantorno que mediante tomografías computadas por emisión de positrones pudo comprobarse que, ante un estímulo en el intestino, en las personas con afecciones funcionales del aparato digestivo reacciona un sector del cerebro diferente del que reacciona en personas sanas. “Esto significa que la corteza cerebral responde de diferente modo si se padece, por ejemplo, el síndrome de colon irritable”, dice Iantorno.
Algunos científicos piensan que en un futuro, algunos padecimientos intestinales podrían tratarse con terapias aplicadas a nivel neuronal. De hecho, el síndrome de colon irritable en parte deriva de un exceso de serotonina en el intestino, y quizá podría ser considerado una “enfermedad mental” del segundo cerebro.
Los trabajos de Mayer con el sistema nervioso del intestino lo han llevado a pensar que, en los próximos años, la psiquiatría tendrá que ampliar su alcance para tratar el segundo cerebro además del que está sobre los hombros.
Consultado vía correo electrónico, el científico Michael Gershon contó que ahora se sabe además que en el intestino hay células madre adultas que pueden reemplazar a las neuronas que mueren o son destruidas.
Además, afirmó Gershon: “El sistema nervioso entérico le habla al cerebro y este le responde. El intestino puede afectar el humor, y la estimulación del nervio principal que conecta al cerebro con el intestino (el vago) puede ayudar a aliviar la depresión, y es usado para tratar la epilepsia”.
Para Gershon, el segundo cerebro tiene un papel en la mayoría de las cosas que enferman al intestino , desde el síndrome de colon irritable hasta las enfermedades relacionadas con la inflamación del intestino. “Uno no puede vivir sin su sistema nervioso entérico.
Hasta la constipación de la tercera edad es un problema del segundo cerebro.
Necesitamos saber más sobre él para tener mayor información sobre cómo abordar muchos de los males más comunes de la humanidad”, le dijo el experto a Clarín
Para tratarlo, hay nuevas disciplinas
NERVIOS EN EL ESTOMAGO. ESTAN RELACIONADOS CON ESTE “CEREBRO”.
Con el “segundo cerebro”, aparecieron nuevos campos científicos. Uno de ellos es el de la neurogastroenterología, que probablemente permita conocerlo a fondo. Y también se insinúa la psicogastroenterología. Sobre ella, Ezequiel Gleichgerrcht, investigador del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco) le dijo a Clarín que si bien como disciplina requiere aún acumular muchísima más evidencia consistente y desarrollar métodos más sólidos, se sabe hoy que algunas señales del sistema entérico llegan de manera directa a estructuras de nuestro cerebro que tienen un importante rol en las emociones. “Asimismo –agregó el científico–, algunas personas que sufren trastornos gástricos desarrollan síntomas psiquiátricos. Y, de manera inversa, se sabe que algunas patologías psiquiátricas y neurológicas tienen una mayor incidencia de trastornos del tracto digestivo que en la población normal. Toda esta evidencia demuestra que poder abordar aspectos psicológicos y conductuales en simultáneo con medidas de la fisiología y la actividad gástrica es importante”.
El pionero alemán
Leopold Auerbach, un neurólogo alemán, descubrió en el siglo XIX dos capas de células nerviosas muy próximas a un trozo de intestino que estaba diseccionando. Sintió curiosidad y al verlas al microscopio concluyó en que eran parte de una red compleja. Sin saberlo, fue el primero en observar al “segundo cerebro”, que fue descripto en en 1998.
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