viernes, 28 de enero de 2011

El arte de la libertad


Elecciones: El miedo a equivocarse, a desviarse de la norma, ha frustrado más empresas que las que ha ayudado a progresar. Por algo el camino al éxito está sembrado de intentos fallidos.

La frase es de Pablo Picasso: “Dios es, antes que nada, un artista…El inventó la jirafa, el elefante, la hormiga. En realidad, él nunca pretendió seguir ningún estilo; apenas fue haciendo todo lo que le apetecía”

Nuestras ganas de caminar son las que van originando nuestro camino, pero, de todas maneras, cuando empezamos nuestra jornada hacia el sueño, sentimos mucho miedo, como si tuviéramos la obligación de hacerlo todo perfecto.

Ahora bien, si todos seguimos vidas diferentes, acaso alguien puede determinar qué es lo “perfecto”? Si Dios hizo la jirafa, el elefante y la hormiga, y nosotros intentamos vivir a su imagen y semejanza, por qué tendríamos que seguir un modelo? El modelo a veces resulta útil para no repetir errores estùpidos que otros cometieron en el pasado, pero normalmente se convierte en una prisión que nos obliga a repetir constantemente lo que todo el mundo hace.

Ser coherente es necesitar que la corbata vaya siempre a juego con los calcetines. Es verse obligado a mantener mañana las mismas opiniones que uno tiene hoy. Nos olvidamos acaso de que el mundo no para de moverse?

“Si pudiese volver a nacer, volvería a cometer los mismos errores, sólo que mucho antes”, dice Tallulah Bankhead.

Siempre que no perjudiques a nadie, puedes cambiar de opinión de vez en cuando, y no te avergüences de caer en contradicciones. Tienes ese derecho. No importa lo que piensen los demás, pues van a pensarlo de todas formas.

Cuando decidimos actuar, incurrimos en ciertos excesos. Dice un viejo refrán de contenido gastronòmico: “Para hacer una tortilla, antes hay que romper los huevos”. También es natural que surjan conflictos inesperados. Es natural que se produzcan heridas en el desarrollo de estos conflictos. Las heridas terminan sanando: apenas permanecen las cicatrices.

Se trata de una bendición. Estas cicatrices nos acompañan el resto de la vida, y van a ayudarnos mucho. Si en algún momento, por comodidad o cualquier otra razón, el deseo de volver al pasado es poderoso, basta con echarles un vistazo.

Las cicatrices van a mostrarnos las marcas de los grilletes, van a recordarnos los horrores de la prisión, y entonces podremos seguir caminando hacia adelante.

En definitiva, relajate. Deja que el Universo se mueva a tu alrededor, y descubre la alegría de ser una sorpresa para ti mismo. “Dios eligió a los locos del mundo para avergonzar a los sabios” dice San Pablo.

Un guerrero de la luz se da cuenta de que ciertos momentos se repiten; con frecuencia se ve delante de los mismos problemas, y enfrenta situaciones con las que ya se había topado anteriormente.

Entonces se deprime. Empieza a pensar que es incapaz de progresar en la vida, ya que lo mismo que le ocurrió en el pasado vuelve a sucederle ahora.

“Ya he pasado por esto”, se queja, dirigiéndose a su corazón. “Es cierto que ya llegaste una vez hasta aquí”, responde el corazón. “Pero es que no llegaste a salir”.

El guerrero entonces pasa a ser consciente de que las experiencias repetidas tienen una finalidad: enseñarle lo que aún no ha aprendido. Él encuentra siempre una solución diferente para cada lucha repetida, y no interpreta sus caídas como errores, sino como etapas en la dirección hacia sí mismo.

Como supo decir Thomas Watson: “La clave del éxito es duplicar el número de intentos fallidos”.

Paulo Coelho

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