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viernes, 15 de abril de 2011
Argentina – España: Un lazo a prueba de aduanas
Un médico español reflexiona sobre el desprecio que sufren los inmigrantes en su país. Y lo avergüenza tanta falta de memoria
“Yo no sé de leyes. Ni de política. Sólo soy un médico de 28 años.
Algo sé, en cambio, de corazones. Me hice médico porque quería escucharlos de cerca. Entiendo de miserias humanas. De (salvo) conductos lagrimales. Entiendo igual de derechos humanos que de desechos humanos y de almas que transmigran.
Las almas y los sentimientos no saben de visados, y son los únicos, junto a los correos electrónicos, capaces de atravesar el Atlántico en diez minutos.
Los hombres en cambio, estamos sometidos a márgenes. Tenemos que escribir nuestras biografías en papel A4, no podemos saltar de página para elegir nuestra propia aventura. Según hacemos ya se nos impone la frontera de la piel.
Pienso que todo el mundo tiene derecho a progresar en la vida. Yo, por ejemplo, creo que tengo derecho a trabajar como médico en un país que me valore más que España, como Inglaterra, Canadá o Australia.
Yo he meado en los baños públicos de la India, he visto el agua negra con el que lavan las lechugas en las calles de Maruecos, me han ofrecido fumar opio los pobres de China, he visto a los viejos doblarse el lomo sobre los arrozales de Vietnam, me ha asfixiado la multitud en las furgonetas de transporte público en Egipto, he visto a novias mulatas de alquiler bebiéndose sus lagrimas con ron en Cuba, he oído llorar a los cholitos a las espaldas de sus madres en Perú, he visto las miradas hacinadas y sumisas de la gente que viajaba en la tercera clase de un tren rumano.
Por eso, sé que todo el mundo es digno. Que todos merecemos nuestra oportunidad, vengamos de donde vengamos y vayamos donde vayamos. La pobreza no te hace despreciable, sino todo lo contrario.
Yo soy de un país en el que hubo una guerra en los años 30. De un país que tuvo que ponerse a régimen. Los que pudieron, escaparon a México, a la Argentina. Qué ha hecho mi país por Lázaro Cárdenas, el presidente mexicano que tan generoso fue con nosotros? Ponerles una estatua en un parque invisible de Madrid. Qué ha hecho por los argentinos? Ponerles un muro para que no puedan venir a lo que fuimos nosotros allá hace 70 años; a escapar de una situación que no nos merecíamos, a intentar progresar. Ya sé que no es solo España, que también es Europa. Ya sé que las leyes hay que cumplirlas. Ya sé que en muchos casos se les niega la entrada a los argentinos con leyes en la mano y que se les aplica un trato vejatorio en el aeropuerto.
El dilema de la inmigración es viejo como el mundo. En primer lugar, aunque lo deseable sería que todos pudieran ser felices en su país, las leyes de inmigración deben cambiar.
Y éstas sólo cambian cuando cambian las personas. Y éstas sólo lo hacen cuando conocen estas realidades. En los viajes de egresados se deberían sustituir los destinos europeos por los latinoamericanos, para que nuestra sociedad sea capaz de entender a sus integrantes. No conozco a nadie que haya conocido las realidades de países más pobres que España que tenga un discurso en contra de los extranjeros.
En el consultorio, mis inmigrantes ríen por el primer hijo que nacerá en España, lloran por la madre enferma que morirá en su país de origen, ríen porque hallaron trabajo, lloran su nostalgia. Sueñan con un futuro de retorno a sus países que pienso, en secreto, nunca se les dará. Emigrar, contra lo que creen en el país que te recibe, te destroza la vida. Es una orfandad, una viudez, la muerte de un hijo y un divorcio juntos.
Los caminos que unen a la Argentina y España son múltiples e invisibles, como las rutas de aviación. Nunca podré olvidar las imágenes de Plaza de Mayo en las que los argentinos nos mostraban sus condolencias por los atentados de Al Qaeda del 11 de Marzo de 2004. Nunca podré olvidar los ojos de los pobres de Bariloche, que he visto también en Madrid. Son los mismos, porque el iris nunca engaña. Los ojos, como las almas, también transmigran y guardan secretos y coproducciones. Igual que el Atlántico.
El fondo de este océano guarda todas las historias rotas de amor entre argentinos y las españolas, entre las argentinas y los españoles. Ahì están, dormidas, esperando. Ya no queda nada de ellas en sus protagonistas, que las tuvieron que olvidar para poder seguir con sus vidas absurdas y especulares, a ambos lados del océano. El fondo del Atlántico guarda las cajas negras de los amores entre los españoles y argentinos, fósiles de los besos, corazones en formol que laten de vez en cuando. Las relaciones entre ambos siempre adolecen de cierta desviación, de cierto incesto, porque los argentinos y los españoles somos como primos hermanos.
Ando intentando encontrar algunas de estas cajas negras. La única posiblildad que tienen estos amores para sobrevivir es que alguien los reconstruya y los escriba. La única posibilidad que tienen España y Argentina de volver a hacer el amor en los telos o en las pensiones baratas pasa por reconstruir las historias de amor de sus gentes.
Esta misión es un empeño histórico, una deuda que hay que saldar cuanto antes.”
Roberto Sánchez
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