jueves, 19 de abril de 2012

Ahí está la madre del borrego...


El día que Cristina Kirchner presentó a Amado Boudou como su compañero de fórmula, de cara a las elecciones de octubre próximo, propios y ajenos se sorprendieron, ya que su designación escapaba a toda lógica kirchnerista. ¿Por qué quitar del Ministerio de Economía a una persona que supo dejarse doblegar por los mandatos de Casa de Gobierno, sobre todo habiendo muchos otros candidatos mejor posicionados que Boudou en las encuestas?

Hay una respuesta para entender la elección de la Presidenta, pero es una respuesta incómoda. Tiene que ver con una situación que todos conocen en las altas esferas del poder pero que saben callar en pos de mantenerse en sus propios cargos. Está relacionado con la gran cercanía que Cristina ostenta con Boudou, un vínculo que llega hasta lugares insospechados y que tiene que ver con la intimidad de ambos.

Es un secreto a voces que se conoce, no solo en Casa de Gobierno, sino también en ciertos ministerios y secretarías. Los que lo saben, lo callan, en general por vergüenza ajena, por el latente recuerdo del reciente fallecimiento de Néstor Kirchner.

En su última edición, revista Noticias se atrevió a mencionarlo con mucho cuidado, a sabiendas del malhumor que esto provocará en diferentes estamentos del oficialismo. Así lo publica en la edición que hoy invade las calles:

"La escena la presenciaron no menos de treinta personas —altos funcionarios del Gobierno, legisladores kirchneristas, empresarios de la Unión Industrial Argentina (UIA) y de otras entidades— y uno solo se atrevió a retratarla con su cámara digital. Ahora exhibe esa imagen como un trofeo, pero no la entrega a los periodistas por temor a posibles represalias. En ella se ve a la anfitriona del acto, Cristina Fernández (58), y a Amado Boudou (48), su preferido, compartiendo la mesa regada de buen vino después de un anuncio sobre un plan de créditos a empresas PyMEs realizado por la Presidenta en el Salón de las Mujeres de la Casa Rosada.

En la imagen, mientras los comensales que rodean a ambos miran discretamente hacia un costado, ella apoya su cabeza en el hombro del ministro de Economía y sonríe entrecerrando los ojos, relajada. Hay un alto grado de confianza, ternura y alguna clase de intimidad en esa instantánea que no registraron los fotógrafos oficiales, y que lleva a confesarse a quien la obtuvo: 'Ni mamado puedo entregarles esto, ¿se imaginan si alguien se entera de que fui yo?'."

Lo que infiere Noticias y que no se anima a decir de manera directa, es lo que en el seno del oficialismo todos callan: la relación amorosa entre Boudou y Cristina.

Es este y ningún otro el motivo que la llevó a elegirlo como compañero de fórmula. ¿No había acaso funcionarios mucho más leales que el Ministro de Economía a la hora de premiar esa cualidad? Jorge Capitanich, por caso, es uno de ellos.

Aunque hoy el Gobernador de Chaco sostenga públicamente que fue él quien decidió no acompañar a la mandataria, la realidad indica todo lo contrario. "Hay muchas expectativas, pero estoy muy tranquilo, muy calmo. De todas formas, la decisión será tomada por la Presidenta", dijo Capitanich el 22 de junio, respecto a la elección del vice oficial. Todas las fichas se habían apostado a la elección de su persona por parte de Cristina.

En tal sentido, el chaqueño brindó entrevistas a varias radios de Buenos Aires y confirmó el mismo dato, siempre entre risotadas y en el marco de un humor que no suele caracterizarlo.

Sin embargo, dos días más tarde, luego del inesperado anuncio de Cristina, Capitanich aseguró: "Nunca tuve una oferta personal ni el tema estuvo en agenda". Más allá de la incongruencia, cabe preguntarse ¿por qué el gobernador estaba tan seguro de ser el bendecido oficial?

La respuesta es similar a la que llevó a Cristina a elegir a Boudou: existe un vínculo íntimo entre la Presidenta y el Gobernador de Chaco que lleva varios años de existencia. Es uno de los elementos que sabe utilizar Sandra Mendoza, ex mujer de Capitanich, para conseguir que el mandatario provincial le conceda ciertos privilegios "financieros".

"En Chaco todo el mundo sabe sobre la relación entre Capitanich y Cristina, incluso el gobernador habla en off sobre ella como si fueran amantes", admitió esta semana a este cronista un colega chaqueño que investiga los negocios de Schoklender en esa provincia.

A esta altura es necesario aclarar que el matrimonio Kirchner supo tener una suerte de acuerdo a través del cual cada uno tenía su propia vida privada. Néstor tenía sus amantes —Miriam Quiroga fue la más conocida de ellas— y Cristina sus propios acompañantes. Los nombres de algunos de ellos circulan aún hoy por los pasillos del Congreso de la Nación.

"¿Por qué te creés que los secretarios de Cristina son todos hombres, jóvenes y facheros?", dijo a quien escribe estas líneas una alta fuente de Casa Rosada hace tres años en el marco de otra investigación. Acto seguido, aconsejó a este cronista que investigara el incipiente enriquecimiento de estos. "¿A cambio de qué Cristina los ayuda a crecer patrimonialmente?", repreguntó retóricamente el mismo informante.

Aunque pudiera parecer que la conducta privada de la Presidenta no debe ser motivo de análisis ni debate público, en realidad sí lo es toda vez que sus "caprichos" amorosos muchas veces terminan repercutiendo en relevantes decisiones oficiales.

Cuando un hombre como Boudou es elegido, no por sus cualidades profesionales, sino por cuestiones del corazón, es síntoma de que algo no funciona bien a nivel institucional. Un país debe administrarse a través de decisiones fríamente calculadas, con profesionalidad y pensando en el bienestar de la sociedad toda.

Lo que hace Cristina es justamente lo opuesto a ello: elige a quien ostenta empatía con ella, más allá de lo que le convenga a la ciudadanía.

No es la primera vez que lo hace ni será la última. ¿Cómo se explica sino que un impresentable como Juan Manuel Urtubey sea gobernador de Salta?

Concluyendo


No debería sorprender la conducta de Cristina: es parte de la hipocresía que envuelve a los Kirchner, un clan que hoy se disfraza de progresista pero que amasó fortuna de dinero a través de la usura más cruel; que habla de derechos humanos pero que representó a personajes de la talla del represor Gonzalez Roucco —segundo jefe de la Policía Federal en 1981— y que supo frecuentar al dictador Oscar Guerrero; que denosta al menemismo y termina pactando con él; que señala los desaguisados de ciertos referentes pero robó los fondos de Santa Cruz; que arenga sobre los hijos de la dueña de Clarín y oculta a sus propios hijos no reconocidos (1). Muchas otras incongruencias podrían agregarse a lo antedicho, pero sería redundante e infructuoso.

Lo importante en realidad es impulsar un debate sobre los temas a los que el oficialismo escapa, no solo relacionado con sus malas decisiones administrativas, sino también sobre cómo el kirchnerismo administra el poder. Cristina es una mandataria materialista, insegura, personalista, sobremedicada e impermeable a los buenos consejos profesionales. Ello es incompatible con un cargo de la relevancia que ella ostenta.

¿Cómo administrar una nación cuando todas esas patologías, claramente dañinas del republicanismo, se encuentran presentes en cada decisión oficial?

Como se dijo más arriba, algunas respuestas son incómodas; tan incómodas que, quienes conocen la cocina del poder, juran que pondrían en riesgo la integridad física de quienes generan esas preguntas.



Christian Sanz
Tribuna de Periodistas

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