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De la Alianza Polo
Patriótico que lo entronizó en el poder en aquellos años, no queda ni
el recuerdo. No supo, no quiso, o no le interesó, crear una industria
nacional de ningún tipo, aún teniendo aliados importantes en áreas de
agroindustria y metalurgia, como Brasil.
Tampoco
recompuso la clase trabajadora, la encolumnó en sus cuestiones
electorales y personales, sin disenso de ningún tipo, sin margen de
debate alguno.
No educó a la población, pruebas al canto.
No
creó a la clase media, que sí era una materia pendiente en un país
supuestamente “rico”, y sí atacó a la incipiente y muy pequeña clase
media urbana, que se debatía en las crisis del "siglo perdido" (80) y de
la "ola neo-liberal" (90) con expropiaciones y políticas que incitaron a
la fuga constante de capitales y “negreo” de titularidades para escapar
de las manos bolivarianas que hacían justicia con bienes ajenos.
Chávez
discursó mucho, y se quiso envolver en una ideología que lo cobijara,
en especial, que lo tapujara de sus extraños vínculos con Cuba. Por un
lado siempre haciendo alarde de seguir a los “líderes” latinoamericanos
tradicionales, pero nunca en los hechos… en los hechos transó con Cuba, y
en especial, porque lo que necesitaba. El petróleo a precio diferencial
lo iba a obtener, único modo de ocultar más de 50 años de fracaso
general, pero en particular un tremendo fracaso en política energética
de la isla. Todo esto ocurría en período especial de la pseudo
revolución socialista, un capitalismo totalitario y dictatorial de
partido único marxista leninista que rige a mano de hierro la isla desde
fines de 1959.
Así,
como se dijera, Chávez tuvo a la argentina Alicia Castro como ladera
que, entre otras beldades, le daba clases de peronismo al comandante.
Mismo tenor, pero con mayor estrictez teórica, le brindaba el ya
fallecido Ernesto Ceresole.
Las
cuentas de Chávez daban bien, el peronismo, como el rock and roll,
siempre funcionan a la hora de juntar votos y aplausos, aunque la visión
tercermundista de Chávez era muy diferente a la de los líderes del
pensamiento nacional americano tradicional, y mucho menos los hechos,
pruebas de hoy al canto.
Chávez
deja un país transformado en una especie de dictadura cívico militar,
en donde no existe más un sistema de partidos, en donde los medios de
comunicación han sufrido una persecución implacable, al punto de ser
segregados en su gran mayoría sus editores, dueños, periodistas y hasta
los mismos redactores, aún lo que no se pronunciaban en contra, pero no
se arrodillaban convenientemente.
A
tal punto deja una dictadura que, en lo único que los herederos se han
puesto de acuerdo es en movilizar las fuerzas armadas y de seguridad.
Temen que los fastos necrológicos se enturbien, porque el bolívar (quizá
la única moneda peor hoy en día que el alicaído peso argentino) puede
empezar a caer muchísimo más de lo que ya se ha deteriorado, y el
hambre, así, puede desestabilizar a un país que hoy solo parece unido
por sus fuerzas armadas y las fuerzas cívicas bolivarianas.
Chávez
también deja lo peor del clientelismo político, esa regla que parece se
empezó a escribir en varios países, entre los cuales la Presidenta se
empecina en anotar a la sociedad. La regla del “no trabajo”.
Un
ejército de “no-trabajadores”, soldados civiles de comité, serán
reclutados convenientemente para alguno de los dos seguidores inmediatos
Maduro o Diosdado Cabello, alguno desaparecerá del firmamento político
muy pronto.
A
pesar que los nuevos contendientes bolivarianos se empeñen, los yanquis
seguirán sin darles mucha bola, total, ni Chávez se negó a entregar
dócilmente el oro negro que guarda Venezuela bajo sus entrañas.
La Venezuela
de Chávez desnudó la inmensa masa de pobres, que eran hace 14 años unos
20 millones y hoy rondan los 18 millones que lograron un referente
político que les prometió mejoras sociales desde el Estado,
lamentablemente no desde puestos de trabajo genuinos.
También
desnudó que el sistema político tradicional del caribeño país estaba
oligarquizado por dos partidos (conservadores y liberales) que no podían
salir de manera eficiente de la dependencia, y que entraron en una
crisis tal que llegaron a apuñalar el sistema al no presentarse a las
elecciones, con lo cual aumentaron (conscientemente) el golem de Chávez,
quien en vida siempre se creyó una especie de Julio César de la sabana
tropical.
Así,
carece hoy Venezuela de fuerzas políticas organizadas, republicanas e
institucionalizadas (salvo la figura de Henrique Capriles Radonski) las
que de la extinción tuvieron que armarse nuevamente con el único fin de
luchar contra la dictadura con pretensiones estalinistas que veían en la
reelección indefinida de Chávez. Pero no solo eso, el chavismo, nuevo
fenómeno emergente, barrió en 14 años con el federalismo, el poder
judicial independiente y los medios de comunicación, pero en especial,
con la credibilidad mínima de los observadores externos, cosa que no
aparece como de fácil cambio.
Ahora
es el tiempo de los fastos, la liturgia, el endiosamiento y el mito,
que será convenientemente ornamentado y explotado hasta lo máximo
posible.
Cosas, de nuestros países iberoamericanos.
José Terenzio
Fuente: periodicotribuna
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