“Pero son los intereses del pueblo lo que nos mueve, y el
sufrimiento de la mayoría, y morir por el pueblo es sufrir una muerte digna”
Mao
En primer término, mi
modesto pero emocionado homenaje a los bomberos que perdieron la vida en la
tragedia de Barracas, y mi acompañamiento moral a sus familiares y sus colegas,
que siguen jugándosela por una sociedad que no los merece. Esas vidas segadas
por el fuego necesitan que, con la mayor urgencia, se exponga cómo se inició el
siniestro y qué contenían los archivos destruidos, pues ya proliferan las
sospechas más espantosas, a las cuales dan cierto asidero la homonimia entre el
Secretario del Club Boca de Río Gallegos, encabezado por el hijo de Lázaro
Báez, y el Presidente de la empresa Iron Mountain, cuyo depósito se incendiara.
Claro que, en un país
donde su Vicepresidente en ejercicio, el inefable Guita-rrita, se ha convertido
en el primer funcionario al que se ha requerido llamar a prestar declaración
indagatoria en toda su historia, nada debería sorprendernos. El Gobierno le
encomendó a Coqui y otros lenguaraces salir a respaldarlo, invocando la
sempiterna conspiración mediática, pero que haya sido el Fiscal Di Lello quien
haya pedido la medida, siendo un funcionario tan pro K, nos dice mucho acerca
de la pérdida de poder de la dinastía.
Que la sociedad se
encuentra fracturada y disociada, después de once años de fomentar el
enfrentamiento desde la
Casa Rosada , no es ninguna novedad Pero que la Presidente instara a
sus “pibes para la liberación” a adoptar medidas de acción directa contra
supermercados y comercios presuntamente desestabilizadores trajo a la memoria
de muchos de nosotros lo peor del primer peronismo, aquél del “cinco por uno” y
del “alambre de fardo”, o sea, los violentos incisivos de quien luego se
autodescribiera como un “león hervíboro”, y los afiches con los que empapelaron
Buenos Aires no contribuyeron a diluir el recuerdo.
El Gobierno se encuentra ante la única opción que plantea el
título de esta nota; sin embargo, y a contramano de una de las reglas básicas
del “Movimiento”, está consiguiendo que éste se entierre con él y ya lo hizo
trasponer las puertas del cementerio. Obviamente, los más preocupados por este
curso de los acontecimientos son los líderes territoriales –gobernadores y
“barones” del Conurbano-, que aún no han podido acomodar sus maltrechos
esqueletos después de la paliza que recibieran en octubre, ya que la escasez de
recursos y la imparable inflación los ha hecho encabezar el inevitable ajuste.
También los dirigentes gremiales que integran, todavía, las centrales
sindicales más cercanas a Balcarce 50 sienten el fuego bajo sus sillas y
preparan, por la vía de la unificación del universo obrero, la deserción de tan
incómodo lugar; una muestra de ello la darán los gremios docentes que, pese a
su alineamiento político, enumeran exigencias impagables para las provincias
famélicas.
Los jubilados, con el
magro incremento del 11,7% en sus haberes a partir de fin de marzo, cuando las
perspectivas anualizadas de la inflación pasada ya superan con creces el 40%
(sólo en enero fue 6%), se han convertido en las primeras víctimas del ajuste
que, como la devaluación, está llevando a cabo un gobierno que,
discursivamente, los niega. Los mayores tienen escasa capacidad de reacción
pero, cuando ese apriete –como quiere la Casa Rosada- llegue a
los asalariados por la vía del recorte en el poder adquisitivo de los sueldos y
por la desocupación (ya comenzó la destrucción de puestos de trabajo),
volveremos a vivir aquellas manifestaciones masivas que eyectaron a López Rega
y Celestino Rodrigo, con paros generales que ni siquiera los actuales
aplaudidores, como Caló, Rodríguez, Viviani, etc., podrán evitar por aquello de
“con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes”. Para
confirmar este aserto basta con recordar que, sólo en enero, medio millón de
personas atravesaron, hacia abajo, el límite de pobreza.
Y así surge la gran pregunta: ¿con qué contará el
kirchnerismo para contener la irremediable protesta social? Las policías
provinciales fueron estafadas por la marcha atrás dada por muchos gobernadores
en los aumentos concedidos en diciembre; así, ¿estarán dispuestas a reprimir?
Las fuerzas armadas saben que, por muchas leyes y decretos que respalden su
accionar, quienes acaten ese tipo de órdenes serán encarcelados, como sucede
con los más de mil quinientos camaradas que se pudren y agonizan en las
cárceles comunes de todo el país; una cosa es festejar las mejoras en los
sueldos del personal y en el equipamiento y otra, muy distinta, sería obedecer
al Tte. Gral. Milani si éste decidiera ponerlas al servicio del “modelo”. Y,
obviamente, con la
Gendarmería no alcanzará cuando el país se incendie otra vez.
Por su parte, y ante
una oposición que sólo promete unificar criterios en treinta días -¡un plazo
eterno en esta situación!-, el foro de convergencia iniciado en enero entre
entidades empresariales dio un paso fundamental, al recibir el miércoles a las
CGT de Azopardo y Azul y Blanca y a la UATRE. Estoy convencido que de ese ámbito saldrá,
si es que existe, la única alternativa posible para un futuro tan negro.
Mientras cada uno de los actores públicos comienza a
organizarse para imaginar cómo sacar al país de las profundidades de la ya
inevitable crisis con el menor costo social posible, me veo obligado a insistir
en mi posición constitucionalmente destituyente. Hoy la postura más frecuente
es: que se queden, para pagar el precio del enorme desaguisado; sin embargo
creo, repito, que ese sideral costo lo deberemos afrontar todos los argentinos,
traducido en mucha más miseria y en menos oportunidades y, por ello,
incrementarlo sólo por mantener al actual régimen en funciones durante los
próximos veinte meses resulta, de todo punto de vista, injustificable.
Propongo, por el
contrario, que la cuenta de la fiesta para tan pocos le sea presentada a doña
Cristina y todos sus cómplices, funcionarios y privados, una vez que se todos
se encuentren en la cárcel y los hayamos privado de sus fortunas mal habidas.
Una vez más, convoco
encarecidamente a la ciudadanía a la marcha cívica del 13 de marzo en todo el
país. Debemos cambiar la historia tan habitual en la Argentina y llegar a
ella con consignas unificadas y dirigidas, precisamente, a ese propósito: ¡Que
se vaya! y que haya memoria, justicia veloz y castigo para todos los corruptos
que nos llevado tan abajo en la pendiente de la decadencia. Sólo así el reclamo
sonará fuerte y cumplirá sus fines, es decir, se hará oír por los dirigentes
políticos y los hará salir de la modorra, inspirada en la cobardía, en que hoy
se arrellanan.
Bs.As., 9 Feb 14
Enrique Guillermo
Avogadro
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