miércoles, 8 de octubre de 2014

"VENI CUMPA, EXPLICAME" de Ornella Viele.

INVIERTAN TRES MINUTOS EN LEERLO... EXCELENTE!

"VENI CUMPA, EXPLICAME"

Dicen que uno de los muchos logros del Kirchnerismo y los 10 años de década gastada bajo el gobierno matrimonial de Néstor y Cristina es que devolvieron los jóvenes a la política. Sin querer detenerme del todo en la utilidad para el país y el propio individuo de esta bonita costumbre (no hace falta más que recordar a las juventudes y su compro...miso con la militancia en la Europa de mediados del siglo XX), lo cierto es que hoy en día una se cruza con algunos personajes pintorescos como vos, cumpa, que se autodenominan "soldados de Cristina".

Está bien. Si algo se le puede reprochar al menemismo neoliberal es que a los jóvenes de aquella época (entre quienes orgullosamente me encuentro) lo único que nos interesaba era laburar, ganar unos mangos, comprarnos con un crédito hipotecario un departamento de dos ambientes con balcón a la calle y no tener que esperar tres años para que te pongan un mísero teléfono fijo. De política, poco y nada. Después llegó la época de la Alianza en la que los jóvenes ocupaban el tiempo en buscar laburo y sobrevivir medianamente.

El horno no estaba para bollos y no había lugar para soldados. Después de la debacle del 2001, a la juventud le tocó juntar los pedazos que les correspondían de un país bastante destrozado y llevarlos al club del trueque para cambiarlos por una heladera y un carro tirado por un matungo flaco y medio sarnoso.

El asunto es que llegó Néstor y, sin dejar las convicciones (ni las costumbres de pasión por la guita ajena) en la puerta de la Casa Rosada, de a poco empezó a convocar a esa juventud maravillosa y postergada y a darle algo de bola. Los pibes piolas como vos, que igual que todos los adolescentes lo único que reclaman es atención, abrazaron enfervorizados la causa kirchnerista. Sobre todo después de que Néstor pasó para el otro lado y la pobre viuda de luto quedó a cargo de los negocios que el santacruceño había empezado (con bastante éxito, todo hay que admitirlo).

Ok, cumpa. Estás en tu derecho. Podes gritarle al movilero de TN que devuelva los nietos aunque las pruebas de ADN tengan rigor científico. Podés ir a escuchar extasiado a Fidel Castro hablando de las virtudes del comunismo y las pestes del capitalismo, aunque después te vayas a comer un Big Mac con papas y coca. Podés ir a gritar en Casa Rosada que a los gorilas, donde vayan, los iremos a buscar, aunque sepas que tu viejo, el que se partió el lomo toda su vida para que a vos y a tus hermanos no les falte nada, es más antiperonista que Braden. Podés emocionarte cuando Cristina dice que se siente un poco la mamá de todos los argentinos, aunque desde ya te aclaro que en la sucesión no te van a dejar entrar.

Está bien. En mi época, los chicos rebeldes eran medio zurditos, pontificaban sobre la genialidad de la vida detrás de la cortina de hierro, desde este lado de esa cortina, con un vaso de wiscola en una mano y un Marlboro en la otra, pagado por la mensualidad que les daba papá, que solía ser tremendo capitalista. Es lo que corresponde. La juventud es el momento en que uno tiene que mandarse todas las cagadas que no se mandó de chico por miedo al castigo y que no debería mandarse de adulto porque puede terminar en cana. Hasta ahí vamos bien.

Lo que no podés hacer, cumpa, es gritarle a tu abuelo que es un cipayo vende patria cuando protesta porque el 11% de aumento que va a cobrar con su jubilación en mayo ya no le sirve en marzo porque devaluaron un 25% en febrero. No vale enarbolar la bandera contra la dictadura pidiendo cárcel común para los genocidas, con Milani a los abrazos con Cristina. Tampoco vale llamar vaga a tu vecina maestra, la que te ayudaba con el factoreo cuando estabas en sexto grado, porque se pliega al paro de docentes, exigiendo que las paritarias sean del mismo nivel que se calcula va a ser la inflación. No podés pretender tampoco que tus hermanos abracen la causa con el mismo fervor que vos, porque cuando ellos terminan de laburar quieren volver a casa y no meterse en el supermercado de la esquina a controlar que los precios estén bien cuidados. No son unos turros que quieren la vuelta del neoliberalismo asesino. Solo son laburantes que están cansados. No acuses de ser miembros de la derecha recalcitrante a los parroquianos que van a tomar el vermú y a jugar a los dados a un bar. Yo sé que no está bien que entre cinco agarren y caguen a trompadas a un pobre motochorro que solo acababa de hacer volar por los aires a la kiosquera cuando le robó, de un tirón, la cartera. Pensá que al Cholo, en lo que va del año, lo afanaron cuatro veces y la última lo fajaron tanto que terminó en el hospital. Hace unos días estuviste hecho una furia porque hubo un paro nacional organizado por Moyano. Sí, sí. El mismo Moyano que hace un tiempo le bloqueaba la salida de los diarios a Clarín y a vos te parecía genial. ¿Qué pasó? ¿Ahora hacer piquetes está mal? Para mí, siempre estuvo mal, pero vos me decías que no había que criminalizar la protesta social y bla bla bla… No repitas como un loro que gracias a Néstor y Cristina recuperamos YPF, Aerolíneas y los goles secuestrados. Porque, en serio, quedás como un tarado. A YPF se la estamos dando a Chevrón, que es una empresa insigne del Imperio. Con Aerolíneas le estás subsidiando con tu guita el viaje a Miami del jovato de la esquina, ¿lo ubicás? El pelado que largó a la mujer y a los cinco chicos y se juntó con una mocosa que podría ser su hija. Y la chiruza le pide que la lleve a los malls de Miami, no como la doña Martha, que se contentaba con quince días de febrero en un departamento en San Clemente. De los goles, mejor ni hablar, porque nos están saliendo carísimo. Y yo, sinceramente, no considero que ver fútbol sea un derecho humano irrenunciable. Pagarle el 82% móvil a los jubilados capaz sí, ¿no te parece?

En serio. Vos seguí con tu mambo. Hacé pintadas de La Cámpora donde te guste, fumate todos los shows de stand-up que hace tu líder por cadena nacional, pero no te enojes si yo apago la tele porque me da vergüenza ajena verla y escucharla. No tanto por ella, que es una tipa grande y nadie la obliga a hacer el ridículo, sino por vos, que sin un mango en el bolsillo, sin posibilidad de conseguir un laburo más o menos decente, festejás la década ganada como si realmente hubieras ganado algo. Y si querés, creé todos los cuentos que te hace desde el atril, pero no me jodas. Por más que ella lo afirme, bañada en esa megalomanía que la acompaña a diario y vos insistas hasta las lágrimas, no van a lograr convencerme de que Cristina es mi mamá.

(de Ornella Viele)


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