domingo, 9 de mayo de 2010

Leyenda: lo que nadie te puede enseñar

Era una vez un rey que había ya decidido entregar en herencia el reino a su hijo y entonces lo que hizo fue confiárselo a un ermitaño, que tenía fama de ser un buen pedagogo, para que le diera los últimos retoques. Por así decirlo.


Pasó con él una temporada larga y al regreso el padre, el rey, le hizo una pregunta:

- dime una cosa: ¿te ha enseñado lo que nadie te pueda enseñar?

y el príncipe se quedó así un poco... perplejo, pero enseguida dijo:

- no, no, no... porque todo lo que me ha enseñado yo lo puedo decir, yo lo puedo comunicar, yo lo puedo expresar... me dijo que había que ser justos, que había ...


Entonces el padre le dijo:

- mira has de volver al ermitaño y le has de decir que no regresarás aquí y que no herederas el reino, mientras no te enseñe, lo que nadie te puede enseñar.


Así que fue otra vez al ermitaño y le dijo:

- mi padre me dice esto, que mientras no me enseñe lo que nadie me puede enseñar que no vuelva.


Ah sí - dijo el ermitaño - pues mira, ahí detrás de la casa hay una vacada, son 500 reses, cógelas y vete a pastarlas hasta el último valle, hasta la última montaña, hasta la sierra más lejana del reino, y no regreses ¡hasta que no sean 1000 cabezas! ¡No quiero verte por aquí mientras no se multipliquen y no sean por lo menos 1000 cabezas!.


Dice la leyenda que cogió las vacas y se fue a pastar.


Y ya en la lejanía comenzó una vida singular, una vida originalísima, porque realmente no tenía nadie con el que discutir, ni tener que comunicarse, ni con el que cuestionar nada, no tenía nadie con el que rivalizar, ni hacerse protagonista de algo... una vida de silencio y sin proyectos... ¡hasta que sean 1000 vacas... pues... queda tiempo!.


Se volvió, dice la leyenda, casi, casi, una vaca. Sin hablar con nadie, sin discutir, sin anhelar, sin pretender, sin ansiar, sin angustiarse... -se angustia uno cuando hay una cosa inmediata que hacer o que responder a ello, pero cuando no hay nada- pues... se quedó como una vaca. Y dice la leyenda que con el paso del tiempo las vacas le hablaron.


Las leyendas suelen ser muy hermosas porque muestran el mundo como debería de ser, por eso es el gerundio: "leyenda". Es un gerundio que muestra un poco, como el mundo realmente debería de hacerse presente a nosotros.


Total que le hablaron las vacas... (por eso digo que son tan hermosas -las leyendas- porque la verdad es que en este mundo deberíamos de poder hablar con las vacas y con un árbol y con un pájaro y con una estrella y con el agua de una fuente... y con todo, sería maravilloso poder tener una conversación y una comunicación con todo ¡no!) y las vacas le dijeron:

-oye, que ya somos 1000. Aquí estamos ya incómodas. Nos dijeron que cuando fuéramos 1000 que volviéramos.

Dijo: ah sí, pues ¡venga vamos para casa!


Y regresaron para casa, cuando ya estaban llegando, el ermitaño dice que todos los días se ponía a otear, a ver si... a ver si regresaban. Efectivamente, un día vio que venía una vacada larga, larga, larga... muchas vacas y bajó corriendo, detrás de la vacada, allí venía el príncipe, que era como otra vaca. Era un hombre distinto, venía un hombre pues... en el que todo su semblante y toda su presencia pues reflejaba su inocencia, su falta de pretensiones, su falta de egoísmo, su falta de ... afanes que le mantuvieran tenso o preocupado.


Así que le dio un abrazo y le dio la enhorabuena y le dijo:

-yo creo que ya has aprendido, lo que nadie te puede enseñar.


Hay cosas que nadie nos puede enseñar, sólo el silencio nos las enseña. Porque se nos puede decir de palabra, pues... sé generoso, no seas egoísta... todas esas cosas y ¡está bien! pero, mientras no nos lo enseñe nuestro corazón... pues no hay nada que hacer.

Extraído de:Escuela del Silencio, autor José Fernández MORATIEL, www.dominicos.org/manresa/silencio

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