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sábado, 25 de septiembre de 2010
Mirando hacia adelante (Looking Forward)
Este libro de Jaques Fresco trata sobre un posible futuro sin gobiernos ni dinero, basado en recursos y abundancia, en el cual los únicos esclavos son las máquinas, y ya casi no existen problemas.
Publicado en 1969, se escribió con la idea de que todo esto estuviera actualmente funcionando. Lamentablemente, no es así.
Jacque Fresco actualmente tiene 94 años, sigue más metido que núnca con el proyecto. Muchos lo comparan con Leonardo Da Vinci.
Fragmentos:
Dice:
"El placer de vivir en el siglo veinte se ve parcialmente empañado por los constantes desperfectos de las máquinas y artefactos que cotidianamente utilizamos. Estos, lamentablemente, son diseñados para tener una vida útil corta —tanto estética como funcionalmente. Es perfectamente posible construir una lavadora o untelevisor que no necesite servicio de mantenimiento durante un período mínimo de diez años. Es posible diseñar automóviles que puedan permanecer sin averías durante un período de diez años y darles un diseñoatractivo que sería apreciado aún por más tiempo. En vez de diseñar para la longevidad y el funcionamiento, los diseñadores de automóviles estrujan sus sesos para lograr maneras de hacer que el automóvil del próximo año nos resulte tan atractivo, que haga que entreguemos el automóvil de este año en parte de pago. Gerald Piel nos informa:
Según la práctica habitual de nuestras industrias de bienes duraderos —siempre con el objetivo de perpetuar la escasez en lugar de la abundancia, el automóvil es diseñado para 1.000 horas de servicio, de modo tal, que sea entregado como parte de pago a los 60.000 kilómetros o menos.
¿Puede usted mencionar un sólo artefacto eléctrico o mecánico en su casa que permanezca sin desperfectos durante un largo período de tiempo? La verdad es que sí hay uno, y sólo un artefacto al interior de su hogar,que sí ha sido diseñado para durar aproximadamente veinte años y es altamente probable que no requiera ningún tipo de mantención durante ese tiempo. ¿¡Y usted aún no lo tiene!? Aunque se trata de un artefacto electrónico complejo, usted bien podría dejarlo caer al suelo y con seguridad no se rompería. Si usted lo usa una o muchas veces al día, no parecerá desgastarse en lo absoluto. La razón por la que esto sucede es porque fue diseñado para ofrecer, al menos, dos décadas de servicio continuado, libre de desperfectos. No fue fabricado para ser vendido, sino alquilado. La empresa que se lo alquila tendría que repararlo a su propio costo si llegase a estropearse. En consecuencia, ellos se han asegurado que este complejo artefacto eléctrico esté diseñado para brindar un altísimo nivel de rendimiento. Ellos no ganarían dinero si se estropease todos los meses. En caso de usted aún no haya adivinado el nombre de este artefacto hogareño, que ha sido fabricado para darle máximo rendimiento con un mínimo de mantenimiento, es el teléfono de red fija. Fue diseñado para un uso libre de desperfectos; no para obtener máximas utilidades con su venta a un costo de producción barato y de mala calidad. ¡Qué maravilla es darnos cuenta de que sí pueden existir formas de bajarnos de la rueda de ardilla en la cual compramos, usamos, desechamos y volvemos a comprar!"
Hay que recordar que este libro fue escrito hace 41 años.
Dice:
Hella dijo:
Algunas personas mayores expresaron su profunda preocupación por dejar el funcionamiento de nuestra civilización en manos de Corcen. Consideraban que la computadora podría volverse en contra nuestra y destruirnos. Los que habían visto funcionar al complejo hombre-máquina se sentían muy seguros de que Corcen seguiría siendo el poderoso servidor de la humanidad. Corcen no tiene ego ni sentimientos hostiles. La experiencia demostró su fantástica capacidad para servir al hombre en todo ámbito. De este modo, seguimos adelante en nuestro intento por perfeccionar nuestra simbiosis hombre-máquina.
Hella recuerda las palabras de Arthur C. Clarke en el siglo pasado:
Dijo:
La idea popular, fomentada por las historietas y las formas baratas de ciencia ficción, de que las máquinas inteligentes son entidades malévolas y hostiles con el hombre, es tan absurda que apenas vale la pena gastar energía en refutarla. Me siento tentado a afirmar que sólo máquinas poco inteligentes pueden ser malignas; quienquiera que haya tratado de arrancar un motor averiado y fuera de borda probablemente estará de acuerdo. Aquéllos que retratan a las máquinas como enemigos activos, no hacen más que proyectar sus propios instintos agresivos, heredados de la selva, en un mundo donde semejantes comportamientos no existen. Cuanto mayor sea la inteligencia, mayor es el grado de cooperación. Si alguna vez estalla una guerra entre hombres y máquinas, es fácil adivinar quién la iniciará.
Dijo:
“Cuando estaba en la isla con los descongelados,” continuó Hella,”varios de ellos insistían en ver a un abogado. No me creyeron cuando les dije que no tenemos necesidad de promulgar leyes ni de formar abogados. Querían saber qué hacíamos con los criminales. Les expliqué que no tenemos criminales —que las personas en nuestra sociedad de abundancia no actúan agresivamente hacia el prójimo. Uno debe sentirse realmente inseguro y con mucho miedo como para perjudicar a alguien. Me dijeron que eso no funcionaría —que yo no sabía nada acerca de la naturaleza humana. Intenté explicarles que nuestros cerebros suplementarios han sido concebidos para hacernos solicitar ayuda y apoyo si nos sentimos incómodos o agresivos. Al parecer, en la sociedad de la cual provienen, debían arrestar a las personas hostiles como si se tratase de animales salvajes. Y sabes algo, Scott; ¡les encerraban en cárceles! Las personas recibían ayuda médica si tenían alguna dolencia física, pero rara vez recibían apoyo psicológico si habían causado algún daño a alguien. “Supongo que lo que más me impresionó de ellos,” confesó Hella, “era la forma en que eran impulsados tan ferozmente por sus necesidades egocéntricas. Supongo que las condiciones de escasez, que ponían a unos en contra de otros, acentuaban también los egocentrismos heredados de nuestra larga evolución desde la selva. Con el fin de saciar sus enormes necesidades de ego y desarrollar un sentimiento de valía, se preocupaban demasiado por su prestigio ante los demás. Intentaban satisfacer su ego con cosas tan estúpidas como abrigos de piel o anillos de diamantes. Parecían estar muy poco preocupados por lograr éxito personal en sus propios términos; sino que más bien se preocupaban por aparentar éxito frente a los demás.
Dijo:
“En épocas pasadas, nunca se tenía suficiente ―dinero, seguridad o amor”, dice Hella. “la gente desarrollaba sentimientos de posesividad. Por ejemplo, el asesinato del cual fui testigo, giró en torno al deseo de un hombre por poseer una mujer. El sentía que ella le pertenecía ―que podía decirle cómo vivir su vida.” “¡Qué barbaridad!” dice Scott. “Me cuesta imaginar a alguien intentando retener el amor de otra persona mediante la fuerza o la amenaza. Uno mantiene el amor con los brazos abiertos, no con los puños cerrados”. “Sí, pero ellos no podían sentir de esa manera”, replica Hella. “Sus celos eran generados por sentimientos de inferioridad e inseguridad. El hombre temía que si su mujer se cruzaba con otro hombre, lo encontraría más atractivo y no volvería con él”. “Cuando tú estás con alguien, yo me alegro” dice Scott con un cálido tono de voz, “pues sé que has encontrado una relación que enriquece tu vida. Y cuando tú estás conmigo, yo tengo el reconfortante sentimiento de que estamos juntos, sencillamente porque queremos estar el uno con el otro.”
Dijo:
No vemos nuestra proyección del siglo veintiuno como definitiva y usted tampoco debería hacerlo.
Dijo:
Algunos se oponen al cambio simplemente porque se trata de cambios. Están nostálgica y frenéticamente aferrados a la “sabiduría” del pasado. Pero en tiempos de cambios rápidos, la “sabiduría” del pasado es usualmente de poca ayuda en resolver los problemas del presente.
Dijo:
Robert Theobald escribió:
"en el pasado, la mayoría de los individuos podía ir por la vida con un conjunto de actitudes y creencias apropiadas para la época en la que se encontraba. Aún cuando las generaciones anteriores manifestaban su descontento con frases tales como: “No sé en lo que se esta convirtiendo este mundo”, el ritmo de cambios en las ciencias, la tecnología, las creencias y las ideas del hombre era lo suficientemente lento como para asegurar que éstos permanecerían siendo relativamente apropiados en el futuro. Hoy, sin embargo, es sabido que las actitudes apropiadas para el siglo veintiuno serán totalmente diferentes de las que aceptamos hoy, pero se han hecho pocos intentos por mirar hacia adelante. De hecho, mucha de nuestra educación está basada en las ideas de eruditos de la antigüedad; como resultado, se sigue enseñando teorías arcaicas a nuevas generaciones de estudiantes, aún cuando los vanguardistas del campo de estudio en cuestión las han reconocido hace mucho como inapropiadas. Cada jardín infantil, escuela primaria, escuela secundaria y universidad de la nación debería ayudar a sus estudiantes a anticipar los cambios que se esperan en el futuro. Debería motivarlos a buscar nuevas formas de pensar y sentir ―a reorganizar su sociedad de tal manera que alcance el más alto potencial humano para la felicidad en la nueva era. En lugar de ello, la mayoría de nuestras escuelas públicas y privadas preparan a los estudiantes para vivir con los valores y tradiciones obsoletos de nuestros ancestros".
Dijo:
“En líderes mundiales y ciudadanos por igual” apunta el Dr. Robert M. Hutchins “viejos hábitos y costumbres están en camino de adaptación al nuevo mundo. Estamos recién comenzando a estudiar estos hábitos y costumbres que buscan nuevas formas de usar nuestra inteligencia para preservar la especie. En estos esfuerzos el mejor pensamiento de cada hombre y mujer es necesario.” El Dr. George Gallup, en su libro el milagro por venir señala que no podemos depender de nuestros líderes políticos y económicos para responder dinámicamente a los desafíos del futuro. El Dr. Gallup propone lo siguiente:
Dijo:
...el cambio no puede ser llevado a cabo fácilmente por los líderes, excepto en las situaciones en las cuales el cambio no interfiera con las relaciones presentes. De hecho, son los líderes los que típicamente son los más acérrimos y efectivos enemigos del cambio. El público, por lo tanto, debe tomar la iniciativa y asumir la responsabilidad para el progreso en los asuntos del hombre. El público debe forzar el cambio sobre sus líderes.
Interesante libro, para no perdérselo.-
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