martes, 26 de abril de 2011

Enseñanzas de Osho, sin palabras…


Para Osho el sexo es sólo el flujo natural y biológico de la energía vital, en cambio, el amor es un flujo de energía espiritual. Así como el sexo implica un encuentro físico, un encuentro corporal, el amor consiste en un encuentro de las almas, un encuentro espiritual entre dos personas. Para Osho, además, el amor no es el fin de la evolución espiritual, pues la oración está sobre él, porque ya no es un encuentro entre personas limitadas sino la unión de nuestra individualidad con el todo, con el otro impersonal. El verdadero amor sólo puede existir como un estado conciencia que está más allá de la atracción y la repulsión, las que son propias de la pasión. Osho nos sugiere un camino hacia el verdadero amor de cuatro pasos que desemboca en la anulación del ego. El primer paso es estar aquí y ahora, porque el amor no es posible en el pasado sino sólo en el "aquí-ahora". El segundo paso es transformar nuestras emociones negativas en afirmativas mediante la alquimia de la meditación. El tercer paso es compartir la totalidad de nuestra vida, ya sea sus aspectos luminosos y bellos, como nuestros pasos en falso. Y el cuarto paso consiste en vaciar la copa del ser, desarraigando el ego, dejando fuera, por tanto, toda su formidable red de preferencias, propósitos, intereses y vínculos egoístas para que el río del amor fluya, pues el amor sólo fluye en alguien cuya conciencia habita en una percepción esencial de la vida sin formación de ideas o imágenes perturbadoras. Osho agrega que una persona inmadura sólo se enamora de otra persona inmadura, puesto que sólo ellas están en condiciones de comprender su lenguaje. Por otro lado, únicamente una persona madura ama a una persona madura. Es por ello que para Osho el secreto del amor reside en madurar primero, sólo entonces encontraremos una pareja madura; mientras que la gente inmadura nada nos inspirará. La paradoja final acontece cuando dos personas maduras se enamoran, pues como es natural permanecen juntas y comparten, sin embargo, están, de algún modo, solos, pero a la vez, tan unidos que casi son uno. Pero su unión no anula su individualidad; al contrario, les da mayor esplendor, porque les hace ser más ellos mismos. Así, podemos comprender que las parejas maduras enamoradas se ayuden mutuamente a ser más libres.

Nunca he sabido de gente seria que haya alcanzado a Dios. La seriedad es la barrera, la actitud equivocada. Todo lo que te vuelve serio es irreligioso. No vayas a una iglesia donde te vuelves serio. Del libro: Ven Sígueme de Rajneesh. Editorial Ashram, 1983.

Ahora la historia consiste en Genghis Khan, Tamerlane, Nadirshah, Adolf Hitler, etc. Esta gente no es nuestra historia, son nuestras pesadillas. La sola idea de que seres humanos puedan ser tan crueles hacia otros seres humanos da náuseas. Nuestros hijos no deben nutrirse de esas ideas. En el futuro, la historia debería consistir solamente de grandes genios que hayan contribuido con algo a la belleza de este planeta, para la Humanidad: un Gautama Buda, un Sócrates, un Lao Tse. Grandes místicos como Jalaluddin Rumi, J. Krishnamurti. Grandes poetas como Walt Whitman, Omar Khayyam. Grandes figuras literarias como Leo Tolstoi, Maxim Gorky, Fyodor Dostoevsky, Rabindranath Tagore, Basho. Tendríamos que enseñar la grandeza positiva de nuestra herencia, con notas al pie de página acerca de la gente que hasta ahora se ha considerado como grandes hombres de la historia, gente como Adolf Hitler. Pueden tener un sitio sólo en notas al pie de página o en un apéndice, con la explicación clara de que eran o bien locos, o sufrían de algún complejo de inferioridad, o de algún otro desorden psiquiátrico. Tenemos que concienciar a las generaciones futuras de que existió una parte oscura en el pasado y que dominó al pasado, pero que ahora no hay lugar para esa parte.

Buda cruzaba un pueblo. Un grupo de gente que estaba en su contra se reunió alrededor de él y se puso a insultarlo gravemente. Él escuchó en silencio, con infinita paciencia. En realidad, debido a su paciencia, aquella gente empezó a inquietarse. Empezaron a sentirse incómodos, porque si insultas a un hombre y él escucha como si escuchara música, hay algo que va mal. ¿Qué es lo que está sucediendo? Empezaron a mirarse unos a otros y uno le preguntó a Buda, "¿Qué ocurre? ¿No entiendes lo que te estamos diciendo?" Buda le dijo, "Guardo silencio precisamente porque lo entiendo. Si hubierais venido aquí hace diez años, entonces habría saltado sobre vosotros.

Entonces no tenía comprensión. Ahora comprendo. Y no puedo castigarme a mí mismo por vuestra estupidez. Sois vosotros los que decidís si insultarme o no insultarme, pero es mi libertad aceptar o no aceptar el insulto. No podéis obligarme a que acepte vuestros insultos. Simplemente los rechazo; no valen nada. Podéis recuperarlos.

Rehúso aceptarlos". La gente estaba asombrada. No podían entender de qué iba aquello. Le dijeron, "Por favor, explícanoslo" . Él les dijo, "Sentaos y escuchad. En el último pueblo que atravesé, la gente vino a mí con dulces y guirnaldas, pero mi estómago estaba lleno y por esto les dije, "No puedo comer nada más. Por favor retirad vuestros regalos y dádselos a los que encontréis por el pueblo como prasad. Es mi regalo para la gente del pueblo". ¿Qué creéis que hicieron?" Uno dijo, "Debieron de ir al pueblo y distribuir los dulces". Buda le dijo, "Ahora escucha. ¿Qué harás tú? Has venido con tus insultos y yo te digo que mi estómago está lleno y que no voy a aceptarlos. Y ahora, pobres desgraciados, ¿qué haréis? Tendréis que regresar y repartirlos por el pueblo". Buda está respondiendo. Tú reaccionas. Él simplemente rió. Y lo que dijo es muy hermoso. Dijo, "No he de castigarme a mí mismo por vuestra estupidez. Podéis ser estúpidos; ésa es vuestra libertad. Pero, ¿por qué he de castigarme a mí mismo? Una vez acepto vuestro insulto, empiezo a castigarme a mí mismo".

Buda solía enseñar a sus discípulos a caminar, pero a caminar siendo plenamente conscientes. Camina, sabiendo que estás caminando. No es que tengas que verbalizar y repetir en tu interior, "Estoy caminando". Si lo repites, no eres consciente. Ten simplemente la sensación de ser consciente. Camina con consciencia; come con consciencia; respira con consciencia. Inhalas; deja que se refleje en tu ser la entrada del aire. Exhalas; deja que se refleje en tu ser la salida del aire. Y sentirás un tremendo silencio descendiendo sobre ti. Sí eres capaz de observar el aliento entrante y saliente, entrando y saliendo, esto es el mantra más penetrante que nunca se haya inventado. No hay necesidad de repetir, "Aum, Aum... Ram, Ram,..." porque continuamente existe un gran mantra natural: inhalar, exhalar. No necesitas crear un mantra artificial. Simplemente observa la respiración. Y al observarla, surge un gran cambio. El cambio es el siguiente: si caminas y observas el caminar, descubrirás que existe el caminar, pero que el caminante ha desaparecido. Sí comes, existe el comer, pero aquél que come ha desaparecido. Obsérvate... mientras caminas, mientras comes, al acostarte, al tumbarte, al quedándote dormido. Sigue observando. Simplemente observa y toda la inquietud desaparecerá y sentirás una tranquilidad rodeándote, una calma, un silencio. La calidad de este silencio es muy, muy diferente, de la calma ordinaria. El silencio es algo interior; la tranquilidad es algo exterior. La tranquilidad depende de condiciones externas; el silencio es incondicional. No confundas puedes la tranquilidad con el silencio... El silencio es algo en lo que puedes confiar. Está en tu interior. La tranquilidad depende de ciertas condiciones, las cuales no dependen de ti. Nunca podrás ser un maestro de la tranquilidad, pero no hace falta. Sí conoces el silencio, donde quiera que vayas, tu silencio llenará el espacio. Conocerás su secreto interior.

¿ Que es Religión ?
¿Cuál es tu opinión sobre las religiones organizadas?

La religión es la más alta aspiración de la consciencia humana: es la búsqueda individual de la verdad. La verdad interna no puede ser un objetivo del conocimiento común. Cada uno ha de entrar en sí mismo; cada vez es un nuevo descubrimiento. No importa cuánta gente alcance su realización, su despertamiento, en cuanto se alcanza éste es absolutamente nuevo, porque no puede tomarse prestado. La búsqueda básicamente consiste en llegar a conocer tu interioridad. Tienes una parte externa, y ninguna parte externa existe sin una interna. La propia existencia de lo externo es prueba de la existencia del mundo interior. El mundo interior consiste de tres capas: los pensamientos es la más superficial, sentimientos es más profunda y luego el ser, que es tu divinidad. Conocer la propia divinidad -la propia eternidad- es la búsqueda básica de la religión. Todos los sentidos te llevan hacia el exterior: los ojos se abren para mirar lo externo, los oídos oyen lo que sucede en el exterior, tus manos tocan lo que está afuera. Los sentidos son las puertas para salir. Y recuerda siempre: la puerta que te sirve para salir, también te sirve para entrar, la misma puerta por la que sales de tu casa, es por la que entres de regreso. Sólo cambia la dirección: para salir necesitas los ojos abiertos, para entrar necesitas los ojos cerrados; todos tus sentidos en silencio. El primer encuentro es con la mente, pero esa no es tu realidad. Aunque esté en tu cerebro, no eres tú; es el reflejo del exterior. Todos tus pensamientos son un reflejo del exterior. Tienes que ir más allá de tus pensamientos. Y la religión conoce un solo método, que es la observación, que es el ser un testigo. Simplemente observa tus pensamientos, sin juzgarlos, sin condenarlos, sin apreciarlos; con extremo desprendimiento. Sólo miras tus pensamientos pasando por la pantalla de tu mente. Y en cuanto tu testigo se fortalece, tus pensamientos disminuyen en la misma proporción. Si el observador toma el diez por ciento de tu energía, entonces el noventa por ciento se desperdicia en los pensamientos. Si tu observador se vuelve el noventa por ciento, entonces sólo el diez por ciento se invierte en pensamientos. En el momento en que tú eres 100% un observador, la mente queda vacía. Todo este proceso es lo que se conoce como meditación. Al atravesar los pensamientos llegas a la segunda capa, que es la de los sentimientos -tu corazón- que es más sutil. Pero ahora tu observador es ya capaz de observar tus estados de ánimo, tus sentimientos, tus sensaciones; así sean de lo más sutil. Y el mismo método funciona como con los pensamientos: pronto no habrá sentimientos, sensaciones, estados de ánimo... Has ido más allá de la mente y el corazón. Ahora queda un silencio profundo: nada se mueve. Este es tu ser. Esto eres tú. El sabor de tu ser es la verdad. La belleza de tu ser es la belleza de la existencia. El silencio de tu ser es el lenguaje que la existencia entiende. Y recogido en tu ser, has llegado a casa, tu peregrinaje se ha terminado; tu lucha ha cesado. Cómodamente te sientas en silencio dentro de tu ser. Un gran esplendor oculto se te revela porque no estás separado de la realidad: eres uno con ella. Los árboles, la luna, las estrellas y las montañas, todo es parte de una unidad orgánica. Tú eres también parte de esa unidad orgánica: eres parte de Dios. Tu ser es tan abundante, tan rebosante de felicidad, silencio, paz, comprensión, éxtasis, que por primera vez la vida se vuelve realmente un canto, una danza, una celebración.

Pero la religión organizada es algo totalmente distinto, así que siento que debo aclararte que la religión auténtica es siempre individual. Al momento en que la verdad se organiza, muere; se vuelve una doctrina, una teología, una filosofía; pero deja de ser una experiencia. La multitud no puede tener experiencias, las experiencias suceden sólo a los individuos por separado. Cada vez que un hombre descubre la verdad, inmediatamente una parte de la Humanidad -la más astuta: los sacerdotes- la rodea. Empiezan a recopilar sus palabras; empiezan a interpretarla y empiezan a proclamar que si hay gente que quiere saber la verdad, tiene que ser por su conducto; ellos son los intermediarios de Dios. No conocen a Dios, pero en nombre de Dios explotan a la Humanidad. La religión organizada es otra forma de la política. Así como he condenado a la política como la más baja de las actividades humanas, lo mismo hago con las religiones organizadas. Tú puedes verlo: los sacerdotes y los políticos han estado siempre en conspiración contra la Humanidad. Se han apoyado unos a los otros. Han dividido las cosas entre ellos para que lo mundano sea de los políticos -ahí gobiernan ellos- y tu vida interior pertenece al sacerdote, él es quien rige allí. Parece increíble que en pleno siglo veinte el Papa pueda declarar - como lo hizo hace unos meses- que el comunicarse directamente con Dios es un pecado. Debes hacerlo por el conducto adecuado: el sacerdote, pues si la gente comenzara a dirigirse directamente a Dios millones de sacerdotes quedarán desempleados. No saben nada de Dios, pero son muy conocedores, pueden repetir las escrituras como loros. Pero su íntimo deseo no es de Dios ni de la verdad. No son buscadores, son explotadores. Cuando el Papa viene a la India, incluso el presidente y el primer ministro con todo su gabinete se forman en fila para recibirle en el aeropuerto. ¿Para qué? La tercera gran religión en la India es ahora el cristianismo y mostrar respeto por el Papa significa que todos los votos de los cristianos van a ser para él. Las religiones organizadas han hecho guerras, tal como los políticos lo hacen. Los nombres pueden cambiar: los políticos luchan por el socialismo, el comunismo, el fascismo, el nazismo... y las religiones organizadas han estado luchando por Dios, por el amor, por su propio concepto de lo que es la verdad. Y millones de personas se han matado en encuentros entre cristianos y mahometanos, entre cristianos y judíos, entre mahometanos e hindúes, entre hindúes y budistas. La religión no tiene nada que ver con la guerra, es la búsqueda de la paz. Pero las religiones organizadas no están interesadas en la paz, están interesadas en volverse más y más poderosas y dominantes. Si queremos que el mundo siga viviendo, tenemos que retornar a nuestros antiguos días de infancia, cuando la persona religiosa no tenía intereses privados. Por eso sus ojos estaban limpios, su corazón era puro amor, su ser era en sí una bendición. Quienquiera que llegaba a él, era sanado; sus problemas, resueltos; su visión de los viejos problemas, adquiría una nueva claridad. Las religiones organizadas deben desaparecer del mundo; deben dejar caer la máscara de religiosidad. Son simplemente políticos, lobos con piel de oveja; deben descubrirse en sus verdaderos colores; son políticos, no hay nada malo en ello. Siempre han sido políticos, pero han estado jugando en el nombre de la religión. Las religiones organizadas no tienen futuro alguno. Deben abandonar su disfraz y salir al frente como políticos y ser parte del mundo político, para que así nos dejen encontrar al individuo auténticamente religioso, que es muy raro de encontrar. Pero unos cuantos individuos auténticamente religiosos bastan para conducir al mundo entero hacia la luz, hacia la vida inmortal, hacia la verdad última.

Mi mensaje es muy simple: Vive la vida tan peligrosamente como te sea posible. Vive la vida totalmente, intensamente, apasionadamente, porque la vida, es el único Dios. La vida debe ser una búsqueda. No un deseo, sino una búsqueda; no una ambición de convertirse en esto o en lo otro, sino una búsqueda para descubrir: "¿Quién soy yo?" ¡La vida consiste en explorar, en ir hacia lo desconocido, en alcanzar las estrellas! Sé valiente y sacrifica todo por la vida; nada vale más que ella. No sacrifiques tu vida por pequeñas cosas: dinero, seguridad, estabilidad. Nada de ello tiene valor. Aquellos que quieren vivir realmente tienen que afrontar muchos riesgos. Tienen que adentrarse más y más en lo desconocido. Tienen que aprender una de las lecciones más fundamentales: que no existe hogar, que la vida es un peregrinaje sin principio ni fin. Sí, hay lugares donde puedes descansar, pero son simplemente para pasar la noche y a la mañana siguiente te tienes que ir de nuevo. La vida es un continuo movimiento, nunca llega a ningún final.

Carlos Anibal Rodriguez

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