miércoles, 17 de agosto de 2011

Drama de una madre en Somalia: tuvo que elegir a qué hijo salvar

En medio de la hambruna, la mujer debió abandonar al nene de 4 años para proteger a su beba.


DRAMATICO. DESNUTRIDOS, LOS CHICOS LLEGAN AL BORDE DE LA MUERTE AL HOSPITAL EN MOGADISCIO, LA CAPITAL

La cruda realidad de Somalia, donde la hambruna se extiende dramáticamente, está llevando a sus habitantes a situaciones desesperantes y extremas. Wardo Mohamed Yusuf, una madre de 29 años, lo vivió en carne propia y su historia es tal vez la más triste que se conoce hasta ahora, pero no diferente a las de otras familias de este país africano.

La mujer llevaba a su hija de un año en la espalda y al varón de 4 de la mano, en un trabajoso camino hacia Kenia, buscando escapar de la miseria.

Cuando el nene desfalleció por el calor, el hambre y la sed, la mujer intentó reanimarlo echándole en la cabeza algo de la poca agua que le quedaba. El chico no reaccionó. Entonces buscó la ayuda de otras familias que seguían el mismo camino. Pero ninguno se detuvo: estaban tan preocupados como ella por su propia preservación. Sola con su alma, la vida la obligó a elegir entre morir los tres o salvarse dos . Optó por lo segundo, como enseña el instinto de supervivencia. “Finalmente decidí dejarlo atrás, en el camino y al amparo de Dios”, dijo Wardo días después, en el campamento de refugiados en Dadaab, Kenia. “Estoy segura de que él está vivo, me lo dice el corazón. Me despierto por las noches y pienso en él. Me siento aterrorizada cuando veo a un niño de su edad”, relata la mujer.

Este es uno de miles de casos similares. Los organismos internacionales calculan que más de 29.000 niños de menos de cinco años murieron por hambre en los últimos tres meses.

Faduma Sakow Abdullahi tiene la misma edad que Wardo, es viuda e intentó viajar a Dadaab con su bebé y con otros chicos de 5, 4, 3 y 2 años. Un día antes de llegar al campamento de refugiados su hija de cuatro años y su hijo de cinco no se despertaron, tras un breve descanso. No quiso esperar ya que corría el riesgo de que sus otros hijos comenzaran también a morir.

Se puso de pie y se alejó algunos pasos. Luego regresó, con la esperanza de que estuvieran vivos. Después de ir y volver varias veces, decidió al fin dejar a los dos menores a la sombra de un árbol.

Ahmed Jafar Nur lleva 50 pesados años en Somalia y es padre de siete hijos. Tomó a los dos más grandes, el nene de 14 y la nena de 13, y con ambos se dirigió a Kenia, donde le dijeron que había trabajo.

Después de dos días de caminata se quedaron sin agua.


Para el tercer día, los adolescentes sólo podían sentarse debajo de un árbol, sedientos y hambrientos. “Los dos niños no podían ya caminar. Entonces, en vez de dejar que todos muriéramos ahí, me vi obligado a abandonarlos a su suerte, especialmente después de que pensé en mis otros cinco hijos y en su madre, a quienes dejé en casa”, contó. Milagrosamente, los dos chicos fueron salvados por nómadas, y de algún modo volvieron con su madre a Somalia.

Tras una larga y sangrienta guerra civil, Somalia cuenta con un gobierno transitorio sometido al control de Naciones Unidas y la Unión Africana. EE.UU. ejerce el rol de mediador. Tiene un Parlamento donde están representados los múltiples clanes de la región. En la práctica es un país dividido en pequeños estados gobernados por facciones independientes, y bajo la rapiña de bandas armadas. El poder de estos grupos insurgentes llega a tal extremo que las zonas bajo su control son inexpugnables. Las fuerzas de la ONU reconocieron que no pueden acceder allí.

El otro problema, y por el cual hubo varias denuncias, es que estas bandas realizan excursiones para robar alimentos y medicinas enviadas por los organismos internacionales. Este grave panorama se vio empeorado desde julio por una de las peores crisis alimentarias de la historia del país, a raíz de una sequía catalogada como la más intensa en 20 años.


Fuente: Clarin

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