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Este sábado un grupo
pequeño de millonarios que vino desde Santa Cruz festejará su rápido ascenso
social. Brindarán en sus cavas, se abrazarán en sus enormes hectáreas compradas
con dinero malhabido y hasta se subirán a algún avión privado para llegar hasta
la Plaza de
Mayo y que la Presidente
los vea y sepan que son leales.
Sonreirán para las
atentas cámaras de un canal estatal puesto al servicio de un Estado autoritario
y fingirán ser parte de la lucha por una Patria más justa. Se mostrarán felices
en un escenario que se enfrentará a una previsible Plaza repleta.
Es la década robada
por una asociación ilícita que lideró Néstor Kirchner y que heredó su esposa.
Cuando hablo de asociación ilícita no hablo sólo de un concepto jurídico que
espera ser juzgado en Tribunales, me refiero a una banda que llegó a gobernar
el Estado en 2003, que destruyó todos los organismos de control, que consolidó
un poderoso aparato oficial y paraoficial de propaganda con el objetivo de
impedir el acceso a la información de la sociedad y que ahora cierra el círculo
demoliendo el Poder Judicial.
El kirchnerismo ha
profundizado la década menemista. Y en esto hay que reconocer que el Partido
Justicialista perfeccionó el sistema de saqueo quitando del medio a quienes
podían denunciar y controlar: periodistas, controles republicanos y
funcionarios judiciales. Y que también aportó una novedad: la corrupción
indiscriminada se desarrolló detrás de personajes públicos queridos y
respetados.
Así actores, músicos,
periodistas y dirigentes de derechos humanos entregaron su prestigio adornando
actos en los se anunciaron obras que nunca se realizaron o aplaudieron cadenas
nacionales en las que se habló de millones de pesos públicos que terminaron en
las bóvedas de Santa Cruz.
La década robada es
también la época en que el narcotráfico se enquistó definitivamente en los
distintos estamentos del poder, lo que trajo, por un lado, crímenes mafiosos
que siguen impunes y, por otro, la masificación de drogas de alto destrucción
como el Paco en los sectores populares y las drogas de diseño para los sectores
medios y altos. Es también la década en la que la trata de personas creció y
convirtió a centenares de mujeres en víctimas de la esclavitud en prostíbulos
que muchas veces fueron apañados desde el poder político, policial y judicial.
Es también la década de la destrucción de los recursos naturales y de la
represión a los pueblos originarios.
La década robada fueron también los años en que los
argentinos aprendimos con enorme dolor como el dinero que se roban se paga con
la muerte: La masacre de Cromañón, la del Sarmiento en Once o las recientes
inundaciones en La Plata
fueron acontecimientos que marcarán a la sociedad por muchos años.
Mi esperanza es que esta
década robada nos haya hecho reaccionar como sociedad y que hayamos aprendido
que los millones que se roban, son los recursos que faltan para poder construir
una sociedad de clase media, achicar la enorme brecha de desigualdad entre
ricos y pobres y generar la infraestructura que hoy falta. Mi esperanza es que
nos terminemos de convencer que la corrupción mata y que decidamos vivir con
dignidad en un país donde no nos de vergüenza su clase dirigente, donde le
podamos mostrar a nuestros hijos que es posible convivir con la verdad, la
libertad y la justicia y donde la educación, la cultura, la creatividad y el
trabajo vuelva a hacer el verdadero factor de movilidad social ascendente.
Columna de opinión de
Elisa Carrió escrita para la
Agencia de Noticas DyN. Se publicó el 23 de mayo de 2013
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