Pasó el Mundial y pasó la fiebre nacionalista que parecía respirarse en las calles, en cada esquina, en cada taxi, remise e incluso en muchos autos particulares había una Bandera argentina.
Podía ser c hica, mediana o grande, pero ahí estaban los colores del país. En estos 30 días no había diferencias políticas, ni raciales, ni de ningún tipo: la gente se ayudaba, se reunía, hasta se juntaban “amigos de amigos de amigos” para ver los partidos. En esos días no existieron partidos políticos ni divisiones de ningún tipo, quizá una que otra chicaneada o broma entre amigos.
Fuimos dejando rivales en el camino y llegamos a la final. ¡Qué alegría ver a todos los argentinos unidos y haciendo fuerza para una misma cosa! Más de uno habrá pensado, incluso, que esto no sería sólo por el Mundial, sino que duraría aunque sea al menos un mes más. Hasta yo logré creérmelo. Sin embargo, como dice un viejo refrán: “No todo lo que brilla es oro”.
Perdimos la final, se acabó el Mundial y se perdió esa unidad que se construyó casi “mágicamente” en estos 30 días de emociones tan intensas.
Ya todos lo sabemos: sólo una hora después de haber terminado el partido apareció nuevamente en escena esa “otra argentinidad”, esa “viveza criolla” que, lamentablemente, está d emasiado latente en el pueblo argentino.
Apenas una hora después de haber terminado el Mundial irrumpieron estos grupos de inadaptados, los llamo así sólo para usar palabras razonables, dispuestos a destrozar las principales ciudades donde se había reunido la gente para vivir con orgullo el digno final argentino en la fiesta mundialista.
En Buenos Aires hubo tres horas de anarquía total, donde hasta incluso se vieron intentos de saqueos, locales comerciales destrozados y hasta bares donde no quedó nada, sobre todo las bebidas alcohólicas. En Córdoba hubo alguno que otro intento de ciertos desaforados que quisieron arruinar el momento tirando piedras o intentando robar. Por suerte, fueron detenidos rápidamente. Y así en otras ciudades y pueblos del país. A las 48 horas de haber terminado esta fiesta mundialista, uno camina por el Centro y pasa por los mismos edificios donde antes había banderas colgadas y se encuentra con que ya las quitaron de allí.
Mirás para la calle y un auto de cada cien aún tiene la Bandera flameando en la antena.
¡Qué lástima que esta unidad haya durado sólo lo que dura un torneo de fútbo l! ¡Qué lástima que este énfasis que se le pone a un partido de fútbol no se le pone a la intención de cada uno de querer cambiar un poquito para mejorar el país!
¡Qué lástima que no se ponga este mismo interés de querer estar informado de lo que le sucedía a la Selección, no se ponga a la hora de elegir un candidato en las elecciones ...¡Qué lástima que muchos hayan sido argentinos sólo por 30 días!
Nahuel Sotelo Larcher dharius1980@gmail.com
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