jueves, 23 de octubre de 2014

“Niños eternos”: cómo detectar (a tiempo) a un hombre inmaduro

Se caracterizan por la dependencia, el miedo a crecer y un desfasaje entre la edad cronológica y la emocional. Aunque también se da en mujeres, es más frecuente encontrarlo en la población masculina. Claves para reconocerlos… Y saber qué hacer.
La maduración afectiva es un proceso que evoluciona desde la dependencia completa de la infancia hacia la autonomía plena de la vida adulta. Hoy en día este proceso se ha enlentecido, dilatando el tiempo para elaborar la adultez. Esta tendencia a prolongar la estadía en la adolescencia se ha globalizado y recibe diferentes denominaciones: “extensión de la adolescencia tardía”, “adultescencia”, “infantilismo de la juventud” o “resistencia a madurar”.
Ante una cultura “light”, donde los valores del esfuerzo y la responsabilidad se diluyen al paso del histrionismo de la imagen y frivolidad, aparecen estos nuevos jóvenes que se dirimen entre el tentador País del Nunca Jamás y el mundo real. Juventud y madurez en crisis.
Este cambio social no responde únicamente a una crisis política-social-económica, sino que  trasciende a una crisis educativa, cultural y de estructura nacional. La Organización Mundial de la Salud (OMS) se hizo eco de esta problemática y extendió la etapa tardía hasta los 25 años. Y algunos expertos no dudan en pronosticar que posiblemente se amplíe hasta los 35 años.
Así como narra el cuento de James Barrie, hoy en día encontramos algunos hombres y mujeres que se desenvuelven en diversos ámbitos como “Peter Pan modernos” y protagonizan el personaje de “niños eternos”. El psicólogo Dan Kiley denominó Síndrome de Peter Pan al conjunto de comportamientos que se caracterizan por una inmadurez marcada, dependencia emocional, miedo a crecer y un desfasaje entre la edad cronológica y emocional.
Esta tendencia avanza en hombres y mujeres a distintas edades, aunque es más frecuente encontrarlo en la población masculina. No son adultos con rasgos infantiles, sino adultos que no quieren dejar de serlo. Asumen sus obligaciones descuidadamente sin poder diferenciar el haber crecido de ser maduro. Tras esas sonrisas imperecederas y esas inmensas ganas de disfrutar los placeres de la vida se esconden, en realidad, sus inseguridades y temores a la soledad.

¿Cuáles son los signos de la inmadurez tardía?
Inicialmente, estos hombres seducen con la gracia, la espontaneidad y el amor por la libertad de un niño explorador. Pero con el tiempo aquello que nos parecía un rasgo simpático deja de serlo. Descubrimos que esta inmadurez afecta negativamente desde el ámbito laboral hasta las relaciones interpersonales. Pueden adoptar diferentes perfiles y tener afectadas distintas áreas de su vida. Algunos logran alcanzar el éxito profesional o económico durante largo tiempo, solo arrimándose a alguna crisis tardíamente.
Peter Pan es un niño-héroe que se eterniza al evadir cualquier posibilidad de dolor y responsabilidad y sumergirse en un mundo de fantasía y diversión. Esta nueva tendencia sigue sus pasos haciendo culto a la juventud, adolescencia y al puro placer. Son personas que desean mantenerse libres de compromisos y obligaciones.

En el ámbito laboral…
* Pueden aparentar seguridad y liderazgo, tener un buen puesto y ser buenos socializadores. Pero, aun así, no saben qué hacer con su vida, ya que se han dejado llevar por la suerte y las sugerencias. Les cuesta tener aspiraciones y ponerse objetivos. Exageran sus éxitos cuando los tienen y esconden o disfrazan las limitaciones.
* No suelen sentirse listos para tomar decisiones serias por temor a equivocarse y a los cambios; o pueden tomarlas impulsivamente basados en un fin caprichoso.
* Suelen proyectar la culpa en los otros al presentar dificultad en admitir errores y aceptar sus consecuencias.
* Amantes del facilismo, desean nuevos desafíos pero el esfuerzo que conllevan disuade su valentía.
* El humor puede mutar de un optimismo extraordinario a un enojo desmedido. Hacen algo similar a un “berrinche” frente a situaciones de esperas u opiniones diferentes que puedan obstaculizar sus proyectos.
* Pueden ser solitarios o grandes oradores, pero el denominador común es que necesitan sentirse admirados y reconocidos en su tarea para esconder su baja autoestima. Así como los niños buscan llamar la atención y que siempre se responda a sus antojos, el adulto inmaduro tiene la necesidad de ganar y que todo se haga a su manera.
* Si es posible delegan, evaden o postergan el asumir más responsabilidades. No les gusta confrontar ni que los confronten. Así como Peter Pan vuela alejándose según su conveniencia, estos “niños-eternos” no dudan en escaparse al momento de hacer frente a las adversidades.

En relación a la pareja…
* Raramente hablan de sus sentimientos, más bien lo hacen de sus necesidades.
* A pesar de aparentar seguridad en sí mismos, necesitan mucha atención y muestras de cariño permanentes. Suelen encontrar a su Wendy o Campanita como todo Peter Pan, ya que siempre hay mujeres dispuestas a maternizar su pareja o seductoras incesantes que tampoco hallan propios horizontes estables.
* Les resulta difícil sostener un compromiso sólido, al estar más centrados en recibir que en proveer. Suelen disfrutar más de los tiempos de conquista y lo nuevo que de los compromisos que implica el cuidado de una relación.
* Suelen ser inestables. Prefieren “ir y volver”, así reciben bienvenidas o reconciliaciones. A veces eligen parejas más jóvenes que les permitan perpetuarse sin necesidad de dar otro paso.
* Formar una familia, lejos de entusiasmarles, les preocupa. Pueden postergan lo más posible la convivencia y los compromisos del crecer o asumirlos tempestivamente.
* A veces estas inconsistencias no se detectan rápidamente. La imagen de un trabajador, estudiante o padre de familia puede llevar al espejismo de un sujeto responsable y prototipo de los mandatos sociales aceptables. El tiempo nos irá advirtiendo si estamos frente a los encantos de un hombre aniñado o una adultez egoísta; o ante un hombre maduro o un “como si” lo fuera.

¿Un “niño eterno” puede cambiar?
¡Hay que ser positivos! Ser inmaduro no es una condición perdurable si se desea cambiar. Reconocer que actuamos cual niños en lugar de  hombres o mujeres adultas es un gran paso para mejorar. Es importante rodearse de personas que acompañen este cambio siendo contenedoras y muy pacientes.
Caer en la fantasía de cambiar a otro es recurrente pero, para no morir en el intento, se necesita que el otro quiera el cambio. La ayuda psicológica siempre es una buena opción.
Animarse a los desafíos, a superarse, generar proyectos saludables y vínculos duraderos son metas dignas de elegir y del mundo adulto. Aprender que “volar” no es sinónimo de huir,  sino de libertad, es signo de maduración.

Por la licenciada Belén Vitelleschi, psicóloga clínica y codirectora de Neo AT.


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