Un hombre bondadoso y bien intencionado rezaba pidiéndole a Dios que le diera las fuerzas suficientes para cambiar, para mejor, a toda la humanidad.
Llegado a la madurez se dio cuenta que, aquello que hasta entonces había rogado, era imposible, así que, a partir de allí empezó a rezar suplicándole al Señor que le diera las fuerzas suficientes para modificar para bien a todos sus conocidos, sean familiares, amigos o quienes se acercaran a pedirle ayuda.
Ya anciano y más sabio advirtió que esto era imposible. Así que, desde entonces hasta el fin de sus días en sus rezos le rogó a Dios que le brindara las fuerzas suficientes para ser cada vez mejor él mismo. Fue el período que más contribuyó a sus semejantes.
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