miércoles, 9 de marzo de 2011

Cuando guardar se hace una pésima costumbre


¿En qué momento empezamos a guardar por guardar, sin medir las consecuencias que esto acarrea?

Todos conocemos el principio que dice: “De la vista nace el amor”. Eso es algo real, ya que gracias a lo que vemos hacemos un juicio de lo que no se ve. Claro que las apariencias pueden engañar, pero en la mayoría de las veces eso no sucede. Este mismo principio es aplicable en otras circunstancias de nuestra vida. Cuando se piensa, por ejemplo:

1. Si así está el exterior de la casa, ¿cómo estará el interior?

2. Si así de sucio y descuidado está el baño para los clientes en el restaurante, ¿cómo estará la cocina?

3. Si siempre fue desobligado y deshonesto en la escuela, ¿qué me hace creer que será buen empleado?

4. Si así esta su escritorio, ¿imagínate como estará el orden de su vida?

Bueno; este último ejemplo no siempre se aplica: Conozco a quienes tienen su escritorio lleno de papeles y saben perfectamente de qué son y dónde está cada uno. ¡Ah!, y además ¡que nadie se los mueva de lugar, porque la que se arma! (Si lo anterior se vio muy justificado, es porque así soy yo.) Lo comento porque recordé que muy cerca de donde anteriormente vivía, habitaba una familia (y ahí ha de estar todavía) integrada por cinco miembros: el padre, la madre y sus tres hijos jóvenes: dos varones y una mujercita. Para salir y entrar de mi colonia tenía que pasar forzosamente por el frente de esa vivienda, y me tocó constatar al verla, cómo mucha gente no se percata del nefasto hábito de guardar y guardar cosas hasta llenarse de inutilidades. La casa era grande, rodeada de jardín, pero “adornada” con un sinfín de artículos que jamás volverán a utilizar, que podían ser vendidos a quienes dignamente recogen chatarra y fierro viejo o en el mejor de los casos, tirados a la basura. Estacionado frente a la vivienda, un vehículo que hace años vivió sus mejores días y está allí, descompuesto, sin ventanas, todo abollado, destartalado, sin ruedas, y montado sobre cuatro blocks de concreto. En la cochera: una lancha en iguales condiciones, y rodeándola una lavadora oxidada, un tinaco agujereado, una caja repleta de herramienta mal acomodada, dos mesas sobre las cuales había montones de artículos diversos, desde ropa vieja, hasta fierros irreconocibles. ¿Cómo pueden vivir así? ¿Cómo pueden salir de su casa con una actitud de mejorar y exigir que las cosas se hagan bien si viven entre la suciedad y el desorden?

El entorno de tu hogar influye en tu actitud y en la forma en que te tratan. Recuerdo una investigación que realizó una Universidad de gran prestigio en los Estados Unidos: Colocaron dos vehículos en dos diferentes zonas de la ciudad. En una zona residencial colocaron un auto de reciente modelo, pero sucio y con un vidrio roto. En una zona popular, colocaron el otro automóvil, similar al primero pero impecable; limpiecito, brillante, sin un solo daño. ¿Cuál vehículo fue dañado por los vándalos o vecinos del lugar? Parecerá increíble, pero fue el que estaba en la zona residencial. El otro imponía respeto. Esto demuestra que lo descuidado, lo sucio, lo de mala apariencia, invita a que se le dañe más.

En relación al hábito de guardar para el futuro, ser previsor, por supuesto que es bueno, siempre y que lo que se guarde pueda tener alguna utilidad. Es bueno estar preparados para alguna carencia que pueda presentarse y tener cómo enfrentarla. Guardar ejerciendo el hábito del ahorro es algo sumamente positivo. Guardar artículos que posteriormente pueden necesitarse, también; siempre y cuando tengamos la conciencia de que así será, porque precisamente cuando se pierde esa razón, comenzamos a amontonar cosas inservibles hasta formar un verdadero muladar a nuestro alrededor. Quienes por ejemplo, guardan ropa que tienen mas de un año de no ponerse, creyendo que algún día regresará esa moda o lo que es peor, creer inocentemente que después de cuatro años volverá a entrar en ese pantalón talla 7 ¡Ay, tan bonito!. Si para calarse los zapatos utiliza un calzador, esos pantalones no entrarían ni con un “nalgador”.

Otra pésima costumbre es la de guardar las cosas “ahí donde sea”. Todos sabemos que si no tenemos un lugar para cada cosa y ponemos cada cosa en su lugar, cuando la necesitemos nunca la vamos a encontrar. Perdemos una gran cantidad de energía buscando constantemente artículos que necesitamos ¡ahora!, y que aparecerán, obviamente, cuando no sean requeridos.

¿En qué momento empezamos a guardar por guardar, sin medir las consecuencias que esto acarrea?

Qué desagradable imagen proyectan casas, oficinas o tiendas donde la armonía y el orden brillan por su ausencia. Donde circular por sus espacios se hace un laberinto de obstáculos porque las cosas desordenadas y fuera de su lugar, obstruyen la fluidez de la energía. Los chinos, hace miles de años concluyeron que los espacios ordenados y limpios atraen la prosperidad. La ley de la abundancia dice que para que lleguen cosas nuevas a tu vida, hay que hacer espacio y desechar lo que ocupa un lugar y no se utiliza. Hay otro proverbio, chino también, que dice: “Para poder beber un buen vino en una copa que se encuentra llena de té, primero hay que tirar el té y luego servir y beber el buen vino”.

Hagamos espacio en nuestra vida y en nuestros hogares para hacerle lugar a lo mejor. Desechemos los vicios y las malas actitudes de nuestra forma de ser, para vivir mejor. Por otro lado, hagamos un espacio más digno en nuestro entorno: evitemos cajones y espacios atiborrados de cosas desechables, inservibles, inutilizables. Tíralas, desaparécelas de tu vista, dona las que a otro le sirvan. Aclarando tu entorno, verás más clara tu vida.

¿No crees que esta forma de vivir sería mejor para todos?

Dr. César Lozano

No hay comentarios:

Publicar un comentario