lunes, 2 de mayo de 2011

La muerte de Bin Laden - EE UU y Pakistán


El presidente Obama, que conoce el mejor día de su biografía como hombre político, como presidente y como jefe supremo de las fuerzas armadas, tuvo prisa en recordar que los Estados Unidos “no están ni estarán nunca en guerra con el islam” y recordó inteligentemente que “Bin Laden no era un líder musulmán y, de hecho, asesinó a muchos musulmanes”.

Esto, para evitar falsas interpretaciones, colocado con el debido énfasis en su alocución de madrugada y repitiendo el primer leit motiv de su importante mensaje a los musulmanes en la universidad de El Cairo en junio de 2009. Entonces como ahora el mandatario se esforzó en deslindar la lucha contra el terrorismo de toda tentación islamófoba. Y aparentemente lo ha conseguido.

Aunque ahora la dimensión puramente fáctica y operacional atraiga más al gran público y se busquen afanosamente los detalles (quién lo mató, si llegó a disparar su metralleta, cuántos muertos hubo en el operativo, dónde fue trasladado el cuerpo y si fue rápidamente enterrado, cómo y dónde…) lo relevante, como siempre, es la política y sopesar qué clase de consecuencias tendrá en la guerra vigente contra el yihadismo internacionalista de una parte y los talibán por otra (que no son lo mismo).

El insoslayable ISI

La primera consideración es bilateral y atiende a la relación ambivalente y difícil de los Estados Unidos con Pakistán, donde el establishment militar es completamente autónomo del gobierno y su agencia central de Inteligencia (“Inter-Services Intelligence”) se ocupa de las cuestiones de seguridad nacional y definición de las prioridades estratégicas del país. No es muy arriesgado suponer que un blanco localizado en una vivienda en Abbottabad, a pocos kilómetros de Islamabad, la capital, tenga algo que ver con tales servicios.

No se sorprendan si más pronto que tarde empiezan a circular historias peliculeras según las cuales las fuentes del ISI dieron la pista segura y el general Shuha Pashá, jefe del ISI, le pasó el regalo a su superior, el influyente jefe del Estado Mayor Conjunto, general Ashfaq Parvez Kayani, intocable en términos políticos, quien ¿lo negoció con sus propios rebeldes autónomos y, en concreto con la red Haqqani, con un pie en el Talibán y otro en el ISI según las malas lenguas?

La tradición y la conducta del ISI autorizan a creer que la ubicación de Bin Laden, enemigo público número uno de los Estados Unidos no podía dejar de ser valorada en términos políticos y sopesada cuidadosamente por la dirección. Qué clase de contrapartidas reciben los autores del descubrimiento está por ver, pero se notará. Hasta hoy el status del general Kayani, quien hace ocho días se mostraba un poco sorprendentemente seguro de que la victoria completa sobre el terrorismo está cercana, le da un margen de maniobra adicional. En las últimas semanas, sin ir más lejos, exigió que Washington redujera mucho sus efectivos secretos (en el marco del “caso Davies”, un agente de la CIA que mató a dos paquistaníes en un asunto trivial) y los ataques de aviones USA no tripulados sobre objetivos en Afganistán y Pakistán.

El escenario afgano

En realidad, el ISI ha insertado la identificación, ubicación y “venta” de Bin Laden, en lo que le interesa genuinamete: la seguridad nacional en términos geopolíticos, es decir, no perder peso frente a quien sigue siendo descrito en las academias y los manuales como el “enemigo principal”: la India, no el terrorismo yihadista.

Ese criterio seguido implacablemente en Islamabad implica que todo gobierno paquistaní debe mantener una influencia determinante en el vecino occidental, Afganistán. El ISI, que literalmente inventó a los “talibán” (estudiantes de religión, que tal cosa es la palabra) los encuadro, armó y entrenó para triunfar sobre los señores de la guerra en la escena post-soviética, tiene muchos hilos del conflicto, boicotea sin tregua la presencia india en Kabul (la más importante en el sector civil), ampara atentados anti-indios y tiene una interlocución obvia con facciones talibán de peso mientras señala blancos para los aviones americanos no tripulados que luego critica.

Todo esto es sabido y ha sido repetido mucho. Si lo de Bin Laden no está en medio sería un milagro y el discurso de Obama, bien leído, no permite descartarlo. Vean estas líneas: “he dejado meridianamente claro durante años que actuaríamos dentro de Pakistán si supiéramos donde estaba Bin Laden. Esto es lo que hemos hecho. Pero es importante observar que nuestra cooperación anti-terrorista con Pakistán nos ayudó a llevarnos hasta Bin Laden y la urbanización donde estaba oculto”. Más claro y leal, imposible….

Fuente: Laverdad.es

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