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miércoles, 6 de junio de 2012
NOSOTROS SOMOS LA TIERRA
Las 2.500 millones de botellas de plástico que produjo la Argentina en 2011 eliminaron el equivalente a 30 mil toneladas métricas de dióxido de carbono. Todo para satisfacer la sed de un mundo que pronto envasará el aire limpio por necesidad.
Traducida a más de 30 lenguas desde su lanzamiento en el año 2000, la Carta de la Tierra contiene un planteo global y conciso sobre el cuidado del planeta bajo el mismo principio que hace más de dos mil años ya estableciera la orden de los esenios a orillas del Mar Muerto: “De cierto os digo, el hombre es el hijo de la Madre Tierra. Ella está en vosotros y vosotros en Ella. Guardad, por lo tanto, sus preceptos, porque nadie alcanzará larga vida, ni será feliz sino el que honra a su Madre terrenal y obedece sus preceptos”. James Lovelock, químico británico y autor de la Hipótesis de Gaia, fue el primer hombre de ciencia en la era moderna en desafiar la teoría darwiniana, al decir que siendo la vida una propiedad planetaria no individual, debía llamarse a la humanidad a desarrollar un sistema de cooperación y ayuda frente a la crítica coyuntura de la historia. En 1987, el Informe Brundtland, conformado por la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo de Naciones Unidas, hace un llamamiento a la creación de principios fundamentales para una vida sostenible. En él se afirma: “La Tierra es una pero el mundo no lo es. Todos dependemos de una sola biosfera para el sustento de nuestras vidas. Sin embargo cada comunidad, cada país, lucha por su supervivencia y prosperidad con poco interés por el impacto que cause a los demás. Algunos utilizan los recursos de la Tierra a un ritmo tal que dejarán poco para las futuras generaciones. Otros, en proporción aún mayor, consumen demasiado poco, y viven con un panorama de hambre, miseria, enfermedad y muerte prematura. Pedimos prestado (tomamos) capital ambiental a las futuras generaciones sin intención ni posibilidad de reintegrárselo. Actuamos así porque sabemos que no seremos sancionados: las futuras generaciones no votan, no tienen poder político ni financiero”.
Estamos compuestos por los mismos elementos de la naturaleza, nada en nuestros cuerpos es exclusivo a nuestra especie. De la tierra sale todo lo que nos alimenta, y dependemos de las energías de la naturaleza para vivir. Nadie podría sobrevivir sin todo lo que nos aporta. Ir en contra de la naturaleza es ir en contra de nuestra propia esencia. El planeta es un ser vivo en equilibrio, por la Tierra fluye una red de energía que debe correr libremente entre las cosas, como el agua en un río, que no se puede alterar, y cuando este flujo se estanca, la vida comienza a estancarse también, y cuando se pierde, la vida también comienza a perderse. Para los pueblos nativos americanos la Tierra es un alma y en ella todas las almas conforman una unidad hecha de una misma sustancia, que es el alma universal. Cuando el ser humano comprenda que no es “uno y el mundo”, sino que “el mundo es uno”, recién ahí descubriremos que lo que sucede en el planeta, está sucediendo adentro en nuestra alma. Cuando logremos curar nuestras almas, la Tierra será curada.
LO QUE LE HACES A LA TIERRA TE LO HACES A TI MISMO
El ser humano ha desarrollado una civilización enferma que consistentemente está destruyendo al ecosistema y a sí mismo. El ser humano se ha envenenado con sus propios venenos y ha caído en una fosa que él mismo cavó. La máquina económica e industrial sigue produciendo y creciendo con manufacturas y cifras que son vistas como números mágicos del progreso aunque su significado real tenga que ver con una sociedad enferma, beligerante y en decadencia. Eso sí, si el producto bruto interno está creciendo, todo está viento en popa. ¿Pero qué pasa con el deterioro del medio en el que se implementa el mecanismo? El sistema económico está basado necesariamente en el crecimiento de la economía, concibiendo al planeta como un recurso totalmente explotable sin considerar sus límites de biosustentabilidad. Para justificar este crecimiento se crea un ciclo de consumo que necesita productos de corta duración para mantener el ritmo de demanda, que sean desechables, aunque contaminen y estén basados en componentes industriales derivados del petróleo. Esto nos lleva a una economía disociada del ambiente, ya que hemos creado un sistema que en lugar de preservar los recursos y el hábitat, busca ganancias aunque esto generalmente signifique crear gran cantidad de desechos y una lenta muerte para el ecosistema, que derivará en una lenta muerte para el ser humano. Los sistemas educativos, en lugar de crear nuevas conciencias orientadas a construir ecosistemas económicos sustentables, forman industriales, empresarios y gurúes del marketing y de la publicidad que, a cambio de altas remuneraciones, se encargan de vender fantasías y productos que engrosan el veneno ambiental por su corta ecovisión empresarial.
Una vez, un ecologista aseguró que el mayor contaminante del planeta es el dinero, y no se equivocó en afirmarlo. Hemos olvidado a la diosa Gaia, la hemos traicionado corruptamente por un papel que dice In God We Trust (En Dios confiamos), como si el dinero fuera una deidad que reemplaza a la diosa madre naturaleza como dadora de abundancia, regente del valor de la vida y de los recursos. Vivimos inmersos en un mal sintomático en el que la voracidad, la ambición materialista y consumista impuesta por el sistema, nos contaminan encegueciendo la conciencia ambiental. Esta necesidad de mantener el crecimiento a través de un ciclo de consumo impuesto por grandes emporios petroleros ha frenado la solución de algunos de los grandes problemas, fundamentalmente el de encontrar energía limpia e ilimitada. Sólo en 2010, las 2.500 millones de botellas que produjo la principal marca de gaseosas en la Argentina eliminaron el equivalente a 30 mil toneladas métricas de dióxido de carbono. Todo para satisfacer la sed de un mundo que pronto envasará el aire limpio por necesidad y alguien invertirá en ello por ser un gran negocio.
La innovación tecnológica se rechaza o es puesta en stand by cuando no contribuye al crecimiento del paradigma económico actual o cuando no contribuye a mantener el statu quo. En este sentido podemos entender por qué la energía limpia no es una alternativa viable: no es tan buen negocio. Hemos convertido al planeta en una corporación en la que todo se negocia y en el que estamos hipotecando nuestra forma de vivir, nuestra autonomía y, lo que es peor aún, gastamos a crédito, robándoles el mundo a nuestros hijos. Hemos alcanzado un punto en el que la búsqueda del perfeccionamiento nos mostró nuestro mayor error: no podemos alejarnos de nuestra propia esencia, y nuestra esencia es la naturaleza. El ser humano ha creído y crecido por años en una programación mental según la cual la felicidad se consigue después de haber obtenido una serie de productos y estereotipos sociales, por lo que no alcanzar el sueño prometido nos produce insatisfacción y enajenamiento. Los antropólogos y arqueólogos que remueven la tierra en busca de las huellas de nuestro pasado no encontraron jamás shoppings, cines, discotecas, manicomios ni hospitales en los restos de antiguas civilizaciones. Nuestros ancestros vivían respetando y siguiendo los ritmos cíclicos de lo natural. Los sabios del pasado que llamamos “primitivos” no se apartaron nunca de la naturaleza. Aún en la actualidad su sabiduría nos hace encaminar hacia un futuro de convivencia con lo natural. El denominado círculo de ancianos sabios de los pueblos nativos de América ha presentado ante las Naciones Unidas su llamamiento a la razón cuando dijo: “Debemos retornar a la unidad esencial de la existencia, sólo habrá un futuro cuando entendamos que nuestro mañana depende de que exista el mañana del planeta”. Si queremos un futuro sustentable, debemos salir de los obsoletos sistemas regentes. El mundo ha fracasado en sus posturas. No hay derecha, izquierda ni centro si antes no descubrimos la profundidad, un sistema que no es capitalista, ni comunista, ni socialista, es naturalista y su ley es la vida.
Escrito por Brad Hunter
NOTA PUBLICADA EN LA REVISTA EL PLANETA URBANO
http://www.elplanetaurbano.com/2012-03-02-08-41-59/planeta-x/item/94-nosotros-somos-la-tierra
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