¿Vieron qué raro que es pensar? ¿Cuánto dura un pensamiento? Hablo de un pensamiento intenso en el cual uno piensa un montón de cosas.
Fernando Peña.
¿Vieron qué raro que es pensar? ¿Cuánto dura un pensamiento? Hablo de un pensamiento intenso en el cual uno piensa un montón de cosas. Uno es capaz de pensar en una milésima de segundo sobre distintos temas. Es más, uno es capaz de pensar en una fracción de milésima de segundo en diversas cosas. Creo que todos en algún momento de nuestras vidas nos hemos cuestionado esto, el tema de cómo funciona nuestra mente. Uno no piensa con frases armadas. Uno, cuando piensa, no se acuerda de las reglas de la sintaxis, ni del sujeto y el predicado, ni de los puntos y las comas, y menos aún de los acentos. Es fantástica la mente, tan fantástica, misteriosa e incomprensible que pudo crear lo que ahora nos domina… la informática.
Cuando piensa, no piensa que piensa. Fluye, ve películas, siente angustias, alegrías, tiene proyectos, se acuerda de llamar a alguien, le llama la atención el perro que anda por la calle, y ni siquiera se da cuenta de esto. No hay nada más natural que pensar. Ni siquiera nos penetra. Tampoco nos envuelve. Ni lo planeamos. No vamos al pensamiento ni el pensamiento viene a nosotros. Ni siquiera sé si el pensamiento es parte de nosotros o somos nosotros. Ustedes entienden perfectamente bien de lo que hablo porque todos pensamos. No importa el nivel intelectual y tampoco importa si estamos pensando en algo importante o inteligente…, repito, sé que saben y entienden de lo que hablo. Para ver si pensamos todos lo mismo del pensamiento y de lo que es pensar creo que el pensamiento y pensar es una sensación parecida a la que uno siente cuando se pone dos caracolas de mar en las orejas. Es un ruido. Un murmullo. Tu secreto. El mar. El viento. Un silbido. El maremoto de tus neuronas. La insensatez de tu materia gris. La armonía de la razón y la frustración de no poder comprender. Todo eso junto, al mismo tiempo… en segundos.
Ayer, mientras estaba en el aeroparque esperando a abordar mi avión a Rosario, me senté a tomar una cerveza en una de las confiterías, había terminado el programa de radio, eran las 11.30, el avión salía a las 12.40… Me relajé…, tenía tiempo de sobra… cosa que me sucede pocas veces. En cuanto me distendí, pensé: “¡Uuuuuuyyyyyy, la contratapa de mañana carajo!”. Empecé a pensar en lo que iba a escribir… pensaba, pensaba, pensaba, pensaba, pensaba, pensaba y todo lo que pensaba me cerraba, me seducía. En aproximadamente 40 minutos tenía como 15 temas de los cuales quería escribir…, no me decidía… quería escribir sobre todos. Eso no se puede. La contratapa es una sola. Me puse muy ansioso al pensar que algo que era importante para mí hoy a lo mejor no lo sería la semana que viene. Escribir en un punto es una confesión, una transmisión, un alarido. No me decidía, todo era importante. Quería escribir sobre todo lo que tenía en mente.
Alguien me tocó el hombro, era Gerardo Rozín. Me sobresalté. Odio que me toquen y más de atrás. Mucho más cuando estoy concentrado en un conflicto… tratando de decidir. Por lo general, cuando uno está atrapado o trabado tratando de dar el próximo paso, el mundo deja de existir.
“¿Eh, cómo te va?, tanto tiempo… ¿adónde vas?” Le contesté que iba a Rosario. Me contó que él también porque su mamá tenía un problema de salud, y que me veía muy bien. Rozín se alejó. Empecé a pensar en qué rara que es la vida, en las coincidencias, en cómo a veces pienso que Rozín es un tarado y sin embargo cuando lo veo me confunde, me parece inteligente y hasta me da ternura. Me seguía preocupando la contratapa. En la mesa de al lado hablaban de la crisis mundial. En eso me llamó mi productor para decirme que me esperaba un remís en Rosario con un cartel. Me seguía preocupando la contratapa…, de pronto pensé en empezar a escribir en forma directa, torpe y sin filtros todo esto que estaba pensando.
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Anuncian la partida del vuelo veinte minutos después. Había llegado Javier.
No sé cuánto tiempo pasó, si fueron dos horas o un segundo. Escribiéndolo me di cuenta de que mientras pensaba no era tan importante lo que pensaba, era simplemente un buñuelo.
Ahora que lo escribí y lo leo, no puedo decir ni que me angustia ni que me alegra ni que me asusta, tampoco me sorprende. Pero es difícil aprender a convivir con los buñuelos; un día escuché: “Life it’ s just a state of mind”.
Fuente: Taringa
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