“Dame serenidad Señor, para aceptar las cosas que yo no puedo cambiar”, serenidad para aceptar, pero también dame valor, valentía, empuje y entusiasmo para poder cambiar las que puedo cambiar, y dame la sabiduría que hace falta para discernir entre lo que puedo y lo que no puedo.
Sabiduría que me de la posibilidad de saber que debo afrontar y que debo resistir.
La gracia de discernimiento y de sabiduría, sostenida en la serenidad, es la que nos permite, en la oscuridad, estar alegres y contentos.
La noche se puede pasar feliz cuando se la comparte en un espíritu en paz y de alegría, es noche y no es día pero se lo puede vivir como Dios quiere que la vivamos, en permanente consolación, sin los aprietos y los apuros en los que nos ponen las tribulaciones cuando nos hacen dar pasos más allá de los que de verdad podemos dar.
Por eso pedimos sabiduría en medio de la serenidad.
Este valor que se va perdiendo en el camino de todos los días, cuando golpean la puerta los “dale, apurate, no ves que no llegas”, es tiempo de meterle otro cambio al camino, salí de esa situación de somnolencia, que nos quiere robar lo que hemos conquistado, en esos días donde hemos recuperado la fuerza y la serenidad para iniciar una nueva jornada y una nueva semana.
muy bueno,enhorabuena por su texto!
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