miércoles, 23 de septiembre de 2009

El hombre que camina

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El hombre camina, sabe que existe pero no comprende su existencia. El hombre se pregunta a dónde va, sabe que camina pero desconoce el destino. El hombre se despierta, va al baño, se prepara para ir a trabajar... todos los días recorrer el mismo trayecto en tren, en auto, en colectivo o a pie, saluda a la misma gente, compra en el mismo kiosco los mismos cigarrillos o las mismas golosinas, desayuna o almuerza en el mismo restaurante y también puede que coma siempre la mismo todos los días o que se siente siempre en la misma mesa o que le de al mozo la misma propina. ¿Y su trabajo? El mismo de todos los días, las mismas tareas, la misma cara de cansancio o el mismo cansancio de ver las mismas caras cansadas; su pequeña muerte repetitiva.
El hombre quiere un cambio, pero no se anima al cambio. La rutina lo envolvió tanto de costumbres que todos los días le parecen iguales... “la rutina marchitó sus ansias de libertad” pero igual, sigue caminando las mismas calles, vistiendo las mismas ropas. Piensa que la rutina es el equilibrio, entonces se conforma y sigue caminando y si pasa por una heladería los gustos de siempre... “chocolate y frutillas” como si fueran los únicos que existieran; su pequeña muerte aburrida.
El hombre busca un cambio, pero no sabe dónde, y si lo encuentra se atemoriza porque ve todo tan igual que la mínima diferencia desequilibraría la eterna balanza de su rutina.
El hombre camina, quiere un cambio, pero tiene miedo y no se atreve a ser atrevido; su pequeña muerte cobardía.
El hombre camina, a veces corre y se vuelve predecible y lo más triste de ser predecible es que nunca sorprenderás a la gente y no hay nada mejor que las sorpresas. Si un día el hombre camina distinto la gente se paraliza y le dice; “vos no eras así”, pero el hombre puede caminar de mil maneras distintas, el hombre puede ser o actuar de muchas formas diferentes, puede ser un caudal inagotable de personalidad, puede caminar siempre por el mismo camino pero encontrarle detalles que lo vuelven diferente.
El hombre se arriesga y cambia, pero a veces el entorno (familia, amigos, pareja) no acepta tal cambio, entonces se entristece, se llena de criticas y de reproches ajenos, vuelve a lo mismo y elimina el cambio olvidándose de que ese cambio lo hacia feliz; su pequeña muerte traición..
El hombre termina siendo o haciendo lo que otros quieren que sea o haga, pierde su identidad, se mezcla con el resto y se desconoce; su pequeña y silenciosa muerte... se miente mas de la cuenta por falta de fantasía; también la verdad se inventa; su pequeña muerte autocompasiva.
El hombre que se desconoce camina y no sabe siquiera que esta caminando pero igual sigue caminando por inercia, arrastrando los pies o las alas; su pequeña muerte ciega.
El hombre no juega porque ya es un hombre “piensa” y los juegos son para los niños; su pequeña muerte inocencia.
El hombre necesita ser frágil pero le cohíbe mostrar su fragilidad, entonces se esconde detrás de muros inventados de fortaleza, construidos con ladrillos de mentiras y temores; su pequeña muerte amurallada.
El hombre camina y no siente sus pasos, pero sigue caminando y si se tropieza y cae al suelo, hace un estigma de su torpeza y se avergüenza, pero no sabe que necesita caer; su pequeña dolorosa muerte... “un pequeño golpe a veces te despierta”.
El hombre no llora porque “dicen” que los hombres “no” lloran. Se inunda y se ahoga por dentro; su pequeña muerte reñidura... el hombre no sabe que las lágrimas le aclaran la mirada.
¿El hombre ama? Ama cuando menos se da cuenta, cuando es tarde, cuando ya no la tiene. A veces se miente, cree que ama pero no ama, dice que ama pero no lo siente, confunde sexo con amor, amor con sexo... se sofoca, se lastima, lastima y sofoca. Engaña, es engañado y se engaña a sí mismo también cuando el amor no esta, cuando se va, o cuando vuelve devaluado... y piensa en el tiempo como si justificara una vida... “una vida junto a una persona...” y la gente se acostumbra al acostumbramiento, a lo cómodo y nefasto, a lo seguro, aunque no siempre; su pequeña muerte alcanzaría.
El hombre camina tapando baches; quiere lo que no tiene, siempre, y cuando al fin lo tiene ya no lo quiere mas, tiene una mesa con cuatro patas pero no se conforma, entonces busca afuera una mesa que tenga cinco patas. Después ésta le quedara chica, entonces buscara una que tenga seis, después siete, ocho, hasta que se llene de mesas y de patas, y no podrá nunca disfrutar de una buena comida porque no sabrá en cual sentarse; su pequeña muerte indecisión.
El hombre se siente solo en el mundo, pero es él el que se aísla; su pequeña muerte desolada..., o se junta con falsas amistades, con gente de risa plástica que no darían nada por vos y vos que pensas que te rodea un montón de gente, te olvidas de esos pocos que te miran a los ojos y descubren sí estas bien o estas mal, que te pregunatan ¿cómo estas? Porque quieren saberlo realmente y no por cortesía... son esos que te abrazan y te desarman, que te palmean el hombro animándote o que te acarician la espalda si te ven decaído.
El hombre espera, no sabe que pero igual espera. Carga un reloj de arena en su espalda, y con el paso del tiempo la carga es cada vez más pesada y su columna se va encorvando.


El hombre camina, corre, espera, se arriesga, cae, se golpea, se pregunta, piensa, analiza, se despierta, y desea un cambio.


El hombre quisiera tantas cosas...
Quisiera amar por ejemplo
Pero ya no cree que exista la palabra amor
Se la han robado... ¿?
La habrá perdido... ¿?
O tal vez la borro para siempre
Para nunca mas sufrir;
Su gran muerte.

Lucila

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