miércoles, 7 de octubre de 2009

Si...


Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila

cuando todo a tu lado es cabeza perdida.

Si tienes en ti mismo una fe que te niegan

y no desprecias nunca las dudas que ellos tengan.

Si esperas en tu puesto, sin fatiga en la espera.

Si engañado, no engañas; si no buscas más odio

que el odio que te tengan...

Si eres bueno y no finges ser mejor de lo que eres.

Si, al hablar, no exageras lo que sabes y quieres.

Si sueñas, y los sueños no te hacen su esclavo,

Si piensas, y rechazas lo que piensas en vano.

Si tropiezas al triunfo, si llega tu derrota,

y a los impostores los tratas de igual forma.

Si logras que se sepa la verdad que has hablado,

a pesar del sofisma del orbe encanallado.

Si vuelves al comienzo de la obra perdida,

aunque esta obra sea la de toda tu vida.

Si arriesgas en un golpe y lleno de alegría

tus ganancias de siempre a la suerte de un día;

y pierdes y te lanzas de nuevo a la pelea

sin decir nada a nadie de lo que es y lo que era.

Si logras que tus nervios y el corazón te asistan,

aun después de su fuga de tu cuerpo en fatiga,

y se agarren contigo cuando no quede nada

porque tú lo deseas y lo quieres y lo mandas.

Si hablas con el pueblo y guardas tu virtud.

Si marchas junto a reyes con tu paso y tu luz.

Si nadie, que te hiera, llega a hacerte la herida.

Si todos te reclaman y ni uno te precisa.

Si llenas el minuto inolvidable y cierto

de sesenta segundos que te lleven al cielo.

Todo lo de esta tierra será de tu dominio

y mucho más aún: SERÁS HOMBRE, HIJO MÍO.


R. Kipling

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