Se le creía desaparecido desde hace 60 millones de años; de echo sólo se conocían restos fósiles de este ser prehistórico aparecido en la tierra hace 350 millones de años. Pero en 1938, un pescador sudafricano lo encontró vivo prendido a su red: era un monstruo de piel muy áspera, dientes impresionantes y cerca de dos metros de largo. El celacanto aún vivía en las profundidades marinas. Más tarde se encontraron algunos ejemplares más en las islas Comores, y hasta se descubrió que los nativos de esta zona los conocían y usaban sus escamas, entre otros usos, como abrasivo.
No hubo manera de conservar vivo, más de un día, ninguno de los ejemplares capturados, de modo que, para conocer en su elemento este fósil viviente, los investigadores tuvieron que descender a las profundidades.
El celacanto tiene los ojos fluorescentes, las aletas lobulares y alcanza una media de 60 a 80 kilos de peso, y 2 ó 3 metros de longitud. Nada con lentitud y utiliza la aleta caudal para permanecer en suspensión en el agua; se desplaza sobre todo por un movimiento simultáneo de sus aletas dorsales y anales.
Son poderosos depredadores, y se les considera antecesores próximos de los vertebrados terrestres que poblaron nuestro planeta en tiempos muy remotos.
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